Tribuna

Bioética en la escuela católica

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Los profesores de nuestros colegios han recibido –y recibirán–abundante formación en competencias digitales, aprendizaje por proyectos, cambios que introduce la LOMLOE, coaching educativo… ¿alguna formación en Bioética? Mucho me temo que, en líneas generales, nada de nada.



Como ha dicho en múltiples ocasiones el papa Francisco, estamos en un cambio de época. Opciones que antes eran rechazadas por un sentido moral compartido por el común de la ciudadanía, son ahora no solo socialmente respetables, sino que son propuestas incluso como lo que realmente debe ser (aborto, eutanasia, ideología de género…).

A esto hay que sumar los profundos retos éticos que ponen sobre la mesa los nuevos desarrollos científicos y tecnológicos (la inteligencia artificial, la robótica, la edición genética, las neurociencias…). Además, las sociedades actuales se caracterizan por su composición multicultural y multirreligiosa. Por último, la expansión creciente en nuestro mundo de la ética utilitarista y del transhumanismo está colonizando todos nuestros esquemas mentales.

El objetivo de la escuela católica

Ante este contexto, ¿nos quedamos cruzados de brazos? El papa Francisco se ha preguntado también muchas veces si las comunidades eclesiales –y la escuela católica es una comunidad eclesial de primer orden– hoy en día tienen una visión y dan un testimonio que esté a la altura de esta emergencia de la hora presente. A este respecto, conviene no olvidar que los de omisión son tan pecados como los de acción…

En España, en Europa en general, la escuela católica ya no existe en virtud del principio de subsidiariedad como lo fue en su origen, y como lo sigue siendo en muchos otros contextos geográficos, puesto que nuestras administraciones públicas son capaces de garantizar el derecho a la educación de toda su población. Por consiguiente, su función en esta nueva circunstancia histórica es radicalmente otra: anunciar el Evangelio de la vida. Si no lo hace, no tiene razón alguna de existir.

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