Tribuna

La amistad: al menos tienen que ser dos…

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Junto con el llamado personal  para evangelizar, Jesús envía y de modo contrario, el envío es al menos de a dos[1]Unido con la idea de comunidad Jesús plasma la cercanía, el entendimiento, el apoyo mutuo, el estar con otro para llorar y para reír, para lamentarse y para celebrar y también para disentir y discernir. ¿Qué es esto sino la amistad? Jesús nos llama amigos, nos hace sus amigos y nos hace amigos entre nosotros[2].

La experiencia de la amistad es una de las más lindas e integrales; se asimila a la ligadura de sangre de la hermandad, no genera idealismos, forja en el silencio y la discreción, no obliga, no envejece, no se rinde ante el egoísmo y las pasiones. Se nutre, más que de palabras y explicaciones, de miradas, de confianza, de complicidades, de detalles, de consensos y disensos, de abrazos reales y virtuales. Tiene la condición de que ¡Al menos tienen que ser dos! Y la certeza de que se  puede dar entre la mujer y el varón.

El dinamismo de nuestra humana naturaleza huye de la solitariedad, fuimos creados para vivir en sociedad, para necesitar de otros y ser para otros. Un buen termómetro de nuestro sistema fraterno es la capacidad para relacionarnos desde la paridad, porque podemos estar con otros a modo de víctimas o de manipulación, desde la inferioridad servil o desde la superioridad hedonista. También es riesgoso confundir amistad con relación cuando, siguiendo nuestro ego, formamos cofradías de conocidos con quienes compartimos hechos, trabajo, gustos por marcas de ropa, comidas o viajes sin poner en juego la propia vida. Son cercanías basadas en conveniencias o intereses fugaces que distan bastante del camino de la amistad.

Bonitas historias de amistad

En la historia de la Humanidad abundan las bonitas historias de amistad. Personas, famosas o no, que se han encontrado con otras, se han domesticado[3] y ellas y su mundo (más grande o más pequeño) ya no han sido lo mismo. Invito a leer esta bella página de El Principito en donde cuenta cómo nace una amistad y la importancia que tiene, al punto de definir la felicidad como el tiempo pasado con un amigo. Como ejemplos cito a Gandhi y Nehru, Mandela y el silencioso Kathrada, Rigoberta Menchú y el músico español Carlos Cano.

Jesús en su estilo de enviar de a dos, suscita en su Iglesia historias de buena gente que caminó junto a un amigo dejando un mundo más domesticado. Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola y Francisco Javier, Teresita de Jesús y su hermana Celina son solo algunos ejemplos. Cada uno desde su llamado, experimentó la amistad con Jesús y desde allí, reflejó a nivel humano este encuentro gratuito y a la vez abundante en riqueza. Porque la amistad con Jesús nos proyecta a la amistad humana y la experiencia con amigos nos refleja la cercanía profunda con Él. Es un entramado que sólo con la experiencia puede ilustrarse. Me animo a afirmar que cuando Jesús llama para una misión, junto con elegir a la persona, suscita amigos porque sabe de las fragilidades que sólo con buenos amigos pueden sortearse, amigos que reflejan su rostro, su presencia, su ánimo, su escucha.

Más cercanos en el tiempo y en el espacio tenemos una pintoresca historia de amigos: mujer y varón, sacerdote y religiosa, docto y semianalfabeta, de familia campesina y de familia destacada; los dos muy distintos, se dejaron domesticar por Jesús en los Ejercicios Espirituales y ese fue el punto de encuentro para dar pasos en caminos comunes[4]. Se trata de san José Gabriel Brochero y la beata Catalina de María Rodríguez. Vivieron en el siglo 19 en Córdoba, él ingresó al seminario a los 16 años y a los 29 ya sacerdote, fue destinado a una zona montañosa del Oeste Cordobés, pobre en todo sentido; ella 17 años mayor, se casó, fue una laica muy activa y al enviudar funda la primera congregación femenina de vida apostólica de Argentina y sus alrededores, según su decir “como los jesuitas pero en femenino”.

El cura brochero

Cuando el Padre Brochero en su anhelo evangelizador, funda en su Parroquia la casa de Ejercicios Espirituales y el Colegio de niñas, no duda en pedirle ayuda a aquella mujer que conoció siendo laica en los Ejercicios y junto a quien llevó consuelo en la peste del Cólera. La congregación fundada por Catalina llevaba solo 7 años de vida en plenos ensayos de algo nuevo, Brochero deposita su confianza y lealtad en Catalina y ella retribuye enviando 16 hermanas de las 30 que tenía, cruzando las sierras a caballo para asistir la obra de este “sacerdote humilde, trabajador, generoso y abnegado” como ella lo describía.

A su vez, el cura le repite que la aprecia y  que cuente con él, también agradece públicamente la tarea de Catalina y sus hijas. Larga y nutrida es esta historia de amistad que también tuvo sus desencuentros, que ayudaron a afianzar la pasión que ambos tenían por el Corazón de Jesús y por la Humanidad. Cada uno es modelo de entrega a la misión que Jesús nos pide, ambos son ejemplo de amistad peregrina en la vida de la Iglesia.

Invito a cada uno a disfrutar del llamado de Jesús, a emocionarse por su elección personal que no dimensionó nuestra fragilidad, a repasar la historia de amistad con Él. Allí aparecerán nuestros amigos que son regalos del buen Jesús. A través de ellos nos hace presente el Evangelio que dice que no nos envía solos. Me gusta pensar que por esto Dios creó la amistad.

 

[1] Cf. Marcos 6,7
[2] Cf. Juan 15,14
[3] Sólo se conocen las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no se dan tiempo para conocer nada. Compran todo hecho en las tiendas. Pero como en las tiendas no venden amigos, los hombres ya no tienen amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!. Fragmento de El Principito de Antoine de Saint –Exupéry.
[4] Cf. www.madrecatalinademaria.com