Tribuna

Adviento 2021, en el año del Sínodo diocesano universal

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Señor Jesús, Salvador de la humanidad, Hijo del Padre y Hermano Nuestro:

Este Adviento vienes nuevamente a cada uno de nosotros con un cometido muy especial.

Lo haces, compartiendo bendiciones, mediante este acontecimiento sinodal tan singular,

que el Papa Francisco ha convocado en tu nombre, porque necesitamos una fuerte conversión.



Debido a nuestra debilidad estás en medio de nosotros, nos cuidas con tu infinita misericordia,

alentando al Pueblo de Dios, a todos los hombres, ya que nadie queda desligado de tu abrazo.

Sostenidos por tu mano protectora, queremos participar en la vocación y misión,

que los bautizados tenemos en la Iglesia, una comunidad santa, pero a la vez pecadora.

 

Sabes mejor que nadie que tu gran familia no está en el ocaso, permanece viva con tu Palabra,

aunque pase ahora por momentos difíciles, llenos de vergüenza e incertidumbres por sus pecados;

pero Tú sigues fortaleciendo la fe, esperanza y caridad de los tuyos, inspirándonos lo mejor,

consistente en la renovación interior, la ayuda a los necesitados y la transmisión de valores.

Nos invitas a mirar las cosas de frente, sobre todo cuando son desagradables y exigen purificación.

Nos das fuerzas para plantar cara a las injusticias, desenmascarándolas y desactivando sus efectos.

No quieres que huyamos de la realidad, por dura que sea, sino detectarla y aterrizar en ella.

Buscas nuestro acercamiento a una sociedad desnortada, que adolece de auténtica orientación.

 

Las Tres Divinas Personas verificáis vuestro Amor infinito juntas, dándoos eternamente.

Nos habéis creado a vuestra imagen y semejanza, para que obremos siguiendo vuestro ejemplo,

entregándonos unos a otros, de modo que testimoniemos con ilusión la filiación y la fraternidad.

Como los discípulos primeros no queremos actuar solos, sino peregrinar al unísono contigo

y hacer el mismo viaje tuyo hacia Jerusalén, el lugar de la Cruz y el centro crucial de la Pascua.

A los primitivos cristianos les llamaban con razón los “seguidores del camino”;

también los creyentes de hoy estamos vocacionados para proseguir tu senda de entrega,

esta es la sinodalidad que nos reclamas, apoyándonos mutuamente en la gracia de los sacramentos.

 

Ser hijos del Padre y ciudadanos de esta tierra maltratada significa en el aquí y ahora del presente

elegir unidos opciones coherentes con el Evangelio, llevados por el aliento del Espíritu,

anhelando contemplar con una mirada entrañable, como Tú nos enseñas, a nuestros prójimos.

Nos urges a pisar tierra, observando con ojos bien abiertos cuanto sucede a nuestro alrededor;

a escuchar conmovidos las quejas de los doloridos por los males que constantemente nos cercan;

a discernir lo que en la hora actual precisamos, rastreando los signos de los tiempos;

a actuar con la honradez de los que se desgastan por los demás sin esperar compensaciones,

intentando transformar la creación que habitamos, para formar un medio ambiente más acogedor.

 

‘Maran atha’, Ven Señor Jesús, Estrella radiante del día, Faro luminoso en la noche,

queremos saber mirar a los otros con tu mirada, cuidar de cada uno como Tú lo haces,

sin excluir a nadie, esforzándonos por restituir la dignidad perdida de los más postergados,

regenerando a los últimos con tu fuerza liberadora en este tiempo difícil pero privilegiado.

No queremos desaprovechar el ‘kairós’ de esta hora, que como siempre nos sigues otorgando.

Estás llamando a la puerta de nuestro corazón, anhelas que te reservemos un espacio íntimo.

No nos queda más remedio que sincerarnos contigo así: ¡entra en nosotros, como penetraste

en tu Santa Madre, que también es nuestra y de la que tanto podemos aprender!

 

Santa María nos enseña a orar como nadie: “Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha hecho en nosotros maravillas”.

¡Ojalá logremos dar un paso hacia adelante en la formación de una nueva humanidad!