Domund 2017: obispos misioneros, un espejo para nuestra Iglesia

El Domund –que este año 2017 se celebra el domingo 22 de octubre– es una oportunidad para volver la mirada a los miles de misioneros españoles que encarnan el Evangelio por todo el mundo. Tras dejar un día nuestro país, muchos de ellos han sido elegidos para pastorear a sus nuevas comunidades aglutinando el poso de su vocación original y todo aquello que han sumado a su ser tras un proceso de inculturación.

Así, lo primero que llama la atención es que hay casi tantos obispos españoles en activo en tierra de misión (73, de un total de 104, siendo los 31 restantes eméritos) que en nuestras diócesis (82 en activo, por los 116 que hay en total).

Vida Nueva ha contactado con diez de esos obispos misioneros para que nos cuenten cómo han interiorizado el diálogo entre una vocación que nació en nuestra sociedad y que hoy viven allí donde no soñaron pisar.

Fortunato Pablo Urcey (Perú)

El agustino riojano Fortunato Pablo Urcey es el obispo en la Prelatura de Chota, en Perú. Mirando atrás, se siente afortunado: “He aprendido muchas cosas. Me quedo con lo que les dijo el Papa a los jóvenes en Colombia: ‘El obispo y el cura tienen que aprender de su pueblo; por eso vengo a aprender, a aprender de ustedes’. Me llama poderosamente la atención el concepto de cercanía. Realidad totalmente necesaria para poder enseñar algo. Y en esto, como en todo, alguien va por delante con el ejemplo”.

Un sentimiento que Urcey entronca con una imagen de la infancia: “Es una canción que entonamos muchas veces en los años mozos, referida a Jesús: ‘Un día por las montañas apareció un peregrino. Se fue acercando a las gentes, acariciando a los niños’. Cercanía. En Chota, una de las alabanzas que me llegó más hondo fue la de un campesino: ‘Usted se confunde con la gente’”.

En este pueblo, enfatiza el pastor riojano, se aprecian “el fervor misionero y el estilo del papa Francisco, que nos desbordan a todos. A él le debemos expresiones muy significativas: Iglesia en salida, aunque se accidente; cuidado especial de las periferias y no solamente geográficas, sino también existenciales; pastores con olor a oveja… En nuestra reciente visita ‘ad limina apostolorum’, me impresionó muy positivamente lo que nos dijeron en el secretariado de los medios de comunicación: ‘El Santo Padre se muestra inclinado’. Inclinado hacia el pobre, el enfermo, el encarcelado, el drogadicto, el emigrante. Me vino a la mente la postura del buen samaritano, con los preciosos verbos que emplea el evangelista san Lucas: se bajó, se abajó, lo levantó, lo cargó y se hizo cargo de él”. De ahí que reivindique que “la Iglesia española, la peruana y todas las Iglesias tenemos en Francisco un modelo que nos recuerda a Cristo Jesús”.

Adolfo Zon Pereira (Brasil)

El ourensano javeriano Adolfo Zon Pereira, obispo de Alto Solimões-AM, en Brasil, fue designado por Francisco para esta misión después de más de dos décadas de experiencia en el Amazonas. “Más que un proceso de inculturación”, lo suyo fue “un proceso de aculturación, a través del cual entré poco a poco en la cultura amazónica y sobre todo con la gente ribeiriña que vive en los márgenes de los ríos. Ellos tienen una cultura propia que exige por parte del que viene dejarse interpelar para poder convivir con ellos”.

“Desde que llegué en 1993 –recuerda–, se me concedieron muchas oportunidades para iniciar y profundizar este proceso de aculturación. Lo inicié con el curso de portugués que la Conferencia de los Obispos del Brasil (CNBB) ofrece a los misioneros. Además de la lengua, después de la experiencia realizada en las familias de los barrios periféricos de Brasilia, nos ofrecieron diversas conferencias con profesores (sobre historia, antropología, sociología, economía…) de la Universidad de Brasilia y con los diversos asesores de las diversas pastorales de la CNBB para introducirnos en la cultura y religiosidad brasileña. Fue el paso previo para el día a día de la pastoral en medio del pueblo”.

Zon recibe un enorme apoyo desde España para el desempeño de su labor: “Me ha llegado la colaboración económica de amigos, de diócesis y de parroquias de Ourense y de Navarra. Manos Unidas nos ayuda con un proyecto con los pueblos indígenas del río Yavari y Ayuda a la Iglesia Necesitada colabora financiando combustible para los viajes misioneros a lo largo de los ríos, así como con varios proyectos pastorales. La Conferencia Episcopal Española (CEE), a través del Fondo para la Nueva Evangelización, nos ayuda en el desarrollo de proyectos pastorales. Y también recibo mucho de mis hermanos los Misioneros Javerianos, a través de la ONG Entretejiendo”.

Sobre qué aporta a una tierra de misión quien llegó de una Iglesia eminentemente misionera, considera que, “sobre todo, mi presencia, con todo lo que soy y tengo en medio de estos pueblos diferentes. Primeramente con los ribeiriños y ahora con los pueblos de la triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú, siendo mi diócesis el hogar de hasta 11 etnias indígenas”.

¿Y al revés? ¿Qué ha aprendido de su gente y qué podría enseñar a la Iglesia española aquella en la que encarna su vocación? “Ante todo recibo muchas oportunidades para la vivencia de mi propia fe, ayudándome a unificarla con la vida y a rescatar su dimensión social y política. Es una Iglesia Pueblo de Dios vivida en pequeñas comunidades, donde muchas personas, asumiendo su responsabilidad, me ayudan a experimentar una Iglesia ministerial”.

Sobre cómo ve a la Iglesia en España, si bien recalca que “conozco muy poco, pues son muchos años desde que estoy fuera y solamente con el tiempo de vacaciones no se consigue tener la realidad en la mano”, Zon advierte que, “aquí y allá, necesitamos ser una Iglesia en salida, ir al encuentro del otro, sin miedo, y saber compartir la vida, pues es en la vida donde Dios se sigue manifestando”. Un deseo que sí ve cumplido en Brasil, donde poco a poco “se está imponiendo el obispo pastor, cercano y próximo a su gente, que nos pide Francisco”.