Pliego
Portadilla del Pliego nº 3.234
Nº 3.234

Los reiniciados: el camino de vuelta a la fe

Hoy en día lo vemos como un fenómeno inquietante y difícilmente controlable, pero, en realidad, llevamos un largo período histórico soportando una tendencia a la baja con sus fluctuaciones. Y no solo en las iglesias de la vieja cristiandad; así, tenemos en América una fuga incesante de los católicos hacia las iglesias evangélicas y las sectas.



De una manera esquemática, podríamos sintetizar este alejamiento por centurias:

En el siglo XIX, los intelectuales se pasan a la ciencia, de la que hacen una religión.

En el siglo XX, las masas obreras abrazan el marxismo revolucionario. Las generaciones jóvenes derivan hacia la anarquía y la indiferencia.

En el siglo XXI, apenas estrenado, muchos cristianos –familias enteras– se esconden en el anonimato.

Desasosiego lleno de preguntas

Este abandono de “los de casa”, incluidas las mujeres tradicionalmente fieles, es algo novedoso que nos sorprende a los pastores, catequistas y padres de familia, creando en nosotros un desasosiego lleno de preguntas. A muchos de los que nos han dejado, aún los tenemos vivamente presentes.

Hasta hace poco, los hemos acogido con simpatía en nuestras parroquias, centros de enseñanza y de tiempo libre; han estado en nuestras catequesis y grupos juveniles o de adultos, han participado en las eucaristías y preparado la celebración de los sacramentos. Con ellos existía una buena química y nos hicieron concebir esperanzas, hasta que un día se hicieron invisibles. No, ciertamente, para nuestro corazón.

¿Qué huella nos deja este alejamiento, esta deriva hacia la mayoría no practicante? Entre nosotros los pastores hay grandes silencios, que ocultan nuestros sentimientos (lamento, culpabilización, irritación, condena…), nuestro abatimiento espiritual y pastoral. O bien, nos dedicamos a emprender falsos caminos de retorno al pasado. O bien, nos apuntamos a novedades, sin discernimiento. Allí donde se enciende una brizna de ilusión, allá que nos vamos, porque no soportamos la oscuridad. Mucho nos tememos que, a la larga, sumemos otra frustración más a la colección.

Personas concretas y muy queridas

¿Qué está pasando? Como fenómeno colectivo, es algo demasiado complejo y reciente como para analizarlo en profundidad. Tenemos, sí, respuestas generales y tópicas, pero no vamos a quedarnos en especulaciones, sino a fijar nuestra atención en personas concretas y muy queridas. A ellas habría que transmitirles la pregunta en vivo, para obtener de sus labios una respuesta real. Difícil tarea.

Es verdad que la mentalidad ambiente no favorece los compromisos de largo alcance; que el sentido de la libertad ha acabado –¡felizmente!– con la presión social que empujaba a la práctica religiosa. Pero, con esa libertad recobrada, han venido el individualismo y las sospechas; las dudas han ido ganando el terreno a las convicciones.

Para continuar en la Iglesia, ahora hace falta una motivación personal más fuerte que haga de contrapeso a las corrientes secularizadoras. Ya no vale una fe superficial, que se diluye en la moralina o en los ritos sociales. Al fin y al cabo, si basta con ser buenas personas y tener alguna que otra devoción, ¿para qué hacernos preguntas y buscar nuevas luces, para qué asistir regularmente al culto o embarcarnos en más compromisos?

Prueba para nuestras iglesias

Se habla de “travesía del desierto”, de “invierno eclesial”. Esta ya larga prueba para nuestras iglesias no es ajena a la soportada por el Señor a lo largo de su vida pública, desde la decepción de sus vecinos de Nazaret hasta la muerte en cruz a manos de su pueblo. Precisamente en la prueba resalta su asidero inquebrantable en el Padre y su apuesta firme por los hombres, mantenida hasta el final. No muere fracasado, sino esperanzado. El Siervo sufriente ya ha empezado a adivinar la luz: donde se cierran las puertas de los de su raza, se abren las de los samaritanos, los pecadores y los extranjeros. Jesús nos transmite esa seguridad; el Padre, que conduce el destino del Hijo y el nuestro, está siempre “reiniciando”, produciendo algo nuevo (Jn 5, 17).

Ante el abandono de la práctica religiosa por parte de las jóvenes generaciones, muchos padres y abuelos cristianos nos enseñan que la preocupación y la esperanza pueden ser compatibles. “Ya volverán”, suelen decir. Así lo esperan, y rezan sinceramente por ello. ¿Qué encierra esta actitud? ¿Voluntarismo, autoengaño, culpa mal asumida…? ¿O bien el convencimiento de que la buena semilla que se sembró, a largo plazo, dará su fruto?

La gente sencilla no ha estudiado teología, pero posee un instinto de fe, un sexto sentido muy desarrollado para conocer el mundo interior de las personas. Una realidad compleja que no se puede entender con esquemas en blanco y negro, con juicios de buenos y malos. Cualquier persona alejada puede, como el hijo pródigo, volver un día a la casa familiar. Los caminos son numerosos, tantos como individuos, pero todos confluyen a la entrada del hogar del Padre. (…)

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Índice del Pliego

EL ALEJAMIENTO DE LA IGLESIA

¿CABE ESPERAR EL REGRESO?

EL CATECUMENADO

LA INICIACIÓN A LA VIDA CRISTIANA

ALGUNOS PROBLEMAS DE LA CATEQUESIS

LOS ‘REINICIADOS’

LOS CANDIDATOS AL REINICIO

IMPULSADOS POR EL ESPÍRITU

UN PROCESO ACOMPAÑADO

UN SERVICIO DIOCESANO

TAREA DE LA COMUNIDAD

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