Pliego
Pliego 3159
Nº 3.159

Hacerse pobre en la vocación laical

“Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme” (Mt 19, 21). La condición está clara: quien busque la perfección en el seguimiento de Jesús debe dejarlo todo de lado, incluidos los bienes, aquello a lo que nos aferramos y que nos impide dejar hueco en nuestro corazón para Dios. Esta condición parece imprescindible para el que quiera seguir a Jesús.

Pero no es un simple desprenderse de los bienes materiales, es también ponerlos al servicio de los pobres, de aquellos que los necesitan más que nosotros. Y no es sólo desprenderse de los bienes materiales, también es necesario desprenderse de aquellas máscaras (Jn 4, 17-18), ideas preconcebidas (Lc 9, 49-50), costumbres (Mt 12, 12), relaciones (Lc 9, 59-62)… que nos impiden seguir a Jesús con la libertad de los hijos de Dios.



“Pobreza” significa “muerte”: muerte física, muerte injusta, muerte de los pobres, muerte a nuestros placeres, muerte a nuestra forma de ser, de actuar, de pensar… Al final podríamos decir que la pobreza obliga a la defensa de la vida, hacerse pobre acaba siendo toda una apología de la vida, pero de la Vida a la que Dios nos invitó cuando nos creó. Ser pobre es todo un mundo, es una manera de ser humanonio.

Teniendo en cuenta que si intentamos analizar la pobreza en sentido meramente sociológico, o confundimos la pobreza evangélica con la sociológica, o las separamos de tal manera que no tiene nada que ver la una con la otra, podemos colocar fuera del Reino a los verdaderos poseedores del Reino. Este trabajo pretende exponer justificadamente cómo se hace necesario para todo seguidor de Cristo hacerse pobre y cómo la fidelidad al Evangelio pasa por los pobres.

Entendiendo por “ser pobre” una cualidad ya “conseguida” y, en cierto modo, “estática”, y, aunque es verdad que esta necesidad apela a la realidad ontológica del hombre, planteamos esta cuestión más bien como “proceso de crecimiento personal” que consiste en un “hacerse” cada vez más pobre, a lo largo de la vida, hasta aprender a ser verdaderos hombres, verdaderas imágenes de Dios, a imitación de Cristo, de ahí la expresión “hacerse pobre” del título.

Necesidad de hacerse pobre

Queremos hacer especial hincapié en la necesidad de hacerse pobre para seguir a Jesús en la vocación laical, ya que, a diferencia de aquello que siempre ha tenido asumido la Iglesia de que el voto de pobreza es uno de los votos canónicos, reservado a la vida religiosa, ofrecido solo a algunas personas para poder vivir la vocación universal a la santidad.

Creemos que, precisamente porque la santidad es una vocación universal, todos los cristianos, incluidos los laicos, estamos llamados a vivir con radicalidad el Evangelio, y así, independientemente de la mediación que se elija para vivirlo, aunque siempre desde ella, todos estamos llamados a vivir los tres votos, o llamémosles en este caso consejos evangélicos, con radicalidad.

Pertenezco a una comunidad laical: Asís, formada por hombres y mujeres que deseamos seguir más de cerca a Jesucristo, viviendo junto a los jóvenes y los pobres, ofreciendo una alternativa real en esta sociedad despersonalizada.

Para nosotros es fundamental, entre otras cosas, el cuidado del hermano, la fraternidad, la minoridad, la oración, el servicio a los jóvenes y los pobres, siguiendo las huellas del testimonio de san Francisco de Asís, que madura su propia conversión dentro de una experiencia y piedad laicas. De ahí el interés en profundizar sobre esta necesidad de vivir, desde la vocación laical, la pobreza. (…)

Índice del Pliego

  • Opción preferencial por los pobres
  • Vivencia de la sencillez
  • Cuidado del hermano. Fraternidad
  • Los pequeños detalles
  • El amor desde la pobreza

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