La Amazonía, ese vasto ecosistema trascendental para el equilibrio del planeta, estuvo presente en el corazón del papa Francisco desde el inicio de su pontificado, habiéndola descrito como “el gran pulmón del planeta”. Francisco no solo se limitó a la denuncia y al llamamiento ético y espiritual en defensa de la naturaleza, sino que planteó una propuesta concreta de transformación y de compromiso que articula ecología, justicia social y dignidad humana, toda vez que “el grito de la tierra es el grito de los pobres”: ambas dimensiones están unidas.
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Antes de empezar, tengamos en cuenta que la Amazonía es una extensa área que abarca (de acuerdo con la consideración de variables ecológicas, hidrográficas, político-administrativas u otras) entre 5.147.970 y 8.187.965 kilómetros cuadrados, incluyendo territorios en Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa y Surinam, con una población aproximada de 33 millones de personas, donde habitan 400 pueblos indígenas y se hablan más de 300 lenguas originarias.
Estamos, por tanto, ante un territorio amplio y diverso, que demanda una labor pastoral más articulada, y que comienza a aparecer con fuerza en sus dimensiones humanas y geográficas en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Aparecida (2007) como un símbolo clave del cuidado de la creación y un desafío urgente para la Iglesia en América Latina.
Preocupación pastoral
Aparecida es el antecedente remoto que ha desarrollado el posicionamiento de la Iglesia sobre la cuestión amazónica y el cuidado de la naturaleza, y la presencia de Francisco fue clave como presidente de la comisión de redacción del ‘Documento Final’. En él se advierte que “la riqueza natural de América Latina y El Caribe experimentan hoy una explotación irracional que va dejando una estela de dilapidación, e incluso de muerte, por toda nuestra región” (DA 473), poniendo de manifiesto ya una intensa preocupación pastoral por el tema.

El entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, durante su participación en la Conferencia de Aparecida (2007)
Este texto impulsó un proceso de discernimiento y desarrollo de la conciencia de la Iglesia para una decidida acción pastoral en conjunto. Ello fortaleció el acompañamiento que previamente había brindado ya a los pueblos amazónicos, como sucedió con el caso peruano desde principios del siglo XX, confiado a diversas órdenes religiosas a través de los vicariatos, razón por la cual los obispos que los conformaban fundaron en 1974 el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP).
Aparecida, además, ha servido de soporte para la acción eclesial en la Amazonía, para hacer frente a las problemáticas que viven sus pueblos, destacando en ese sentido y con mención especial la intervención de los obispos brasileños en el proceso. Asimismo, en el caso peruano, estuvo muy presente el conflicto socio-eco-territorial conocido como “Baguazo” (2009), un catalizador de la atención de los obispos hacia esta región y su intervención para resolverlo.
De la REPAM a Laudato si’
Posteriormente, en el año 2014, tuvo lugar la creación de la REPAM (Red Eclesial Panamazónica), que articula diversas organizaciones con el propósito de promover una Iglesia amazónica, profética y sinodal. Aquí debe considerarse fundamental la aportación del cardenal brasileño Cláudio Hummes, OFM, quien ayudó a crear esta organización, convirtiéndose en su primer presidente, así como la oportuna coincidencia de que, al año siguiente, la carta encíclica Laudato si’ de Francisco resaltara la importancia de preservar ciertos espacios que aglutinan una gran biodiversidad; sin duda, a nivel mundial, la Amazonía resulta esencial “para la totalidad del planeta y para el futuro de la humanidad” (LS 38).
No solo se denunciaba la cultura del descarte y el paradigma tecnocrático, sino que también situaba a la Amazonía como símbolo de la crisis medioambiental global, exhortando a una conversión ecológica integral que implicara cambios no solamente técnicos, sino, sobre todo, una transformación de mentalidad y estilo de vida.
Posteriormente, la visita papal a Puerto Maldonado (Perú) el 19 de enero de 2018 constituyó su primer gran encuentro con los pueblos originarios amazónicos y marcó un hito en el compromiso de la Iglesia con esta región. Dicha visita, que entrañó reconocimiento, denuncia y defensa de este gran territorio, fue también el punto de partida para el Sínodo de la Amazonía del año siguiente, donde se discutieron caminos alternativos para la Iglesia en la región y se profundizó en cuestiones como la ecología integral y la justicia social.
Sínodo Panamazónico
Sin embargo, el momento que marca un antes y un después se plasma en el año 2019 con la celebración del Sínodo Panamazónico, evento que reunió a diversos líderes para discernir nuevos caminos para la Iglesia en la Amazonía. Para la preparación de este hito central en la trayectoria de la Iglesia, se concretó un inédito proceso previo de consulta a nivel territorial realizado el año anterior a través de 45 asambleas territoriales en todo el territorio en cuestión.
El Sínodo se celebró en Roma, ciudad que fue testigo de una coyuntura bastante fructífera, con la presencia no solo de expertos, sino también de numerosos representantes de las comunidades amazónicas, delegados de una cultura aparentemente ajena a la mentalidad occidental, pero que condensa una rica espiritualidad en armonía con la creación y la apuesta del “buen vivir” (QA 8).
Fruto de este gran evento fue la exhortación apostólica post-sinodal ‘Querida Amazonía’ (2020), documento que proclama una llamada urgente a escuchar el grito de esta tierra de cuyo cuidado depende el equilibrio planetario. Se trabajaron también las diversas problemáticas de la región: deforestación, minería ilegal, violencia contra líderes indígenas, contaminación de los ríos y una constante pérdida cultural.
Iglesia inculturada y profética
Por otra parte, esta misma exhortación es el testamento del compromiso de Francisco con una Iglesia inculturada, profética y aliada de los pueblos amazónicos, pues a través de ella plantea cuatro grandes sueños: el social, el cultural, el ecológico y el eclesial, en cada uno de los cuales traza una hoja de ruta para una presencia más solidaria, respetuosa y comprometida de la Iglesia en la región. Porque no se trata solo de evangelizar, sino de aprender, dialogar y caminar junto a las comunidades originarias.
Finalmente, es preciso subrayar otro gran logro del Sínodo: la creación de la CEAMA (Conferencia Eclesial de la Amazonía) el 29 de junio de 2020, un gran espacio de articulación eclesial (no solo episcopal) en defensa de la Amazonía, y que recibió la misión de llevar a la práctica las propuestas del ‘Documento Final’ y de delinear un Plan Pastoral de Conjunto (PPCA) para la Iglesia en la Amazonía, en articulación con las conferencias episcopales y los diversos organismos eclesiales de la región panamazónica.
(…)
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Índice del Pliego
I. EL CAMINO HACIA UNA ARTICULACIÓN ECLESIAL EN LA AMAZONÍA
II. LA APORTACIÓN DE FRANCISCO
1. Aportaciones teológicas
- La Amazonía como lugar teológico
- Inculturación del Evangelio
- Ecología integral
2. Aportaciones sociopolíticas
- Formación de redes socioeclesiales
- Acciones de defensa y protección de la Amazonía
- Incidencia internacional para el cuidado de la Casa común
III. TESTIMONIOS
- César Caro, vicario general del Vicariato Apostólico San José del Amazonas (Perú)
- Bea Prusinowska, misionera laica de origen polaco
- Mons. Miguel Ángel Cadenas, obispo del Vicariato Apostólico de Iquitos (Perú)
IV. DESAFÍOS PARA LA IGLESIA EN LA AMAZONÍA HOY
