Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.199
Nº 3.199

Cristianos en un mundo secular

Según recordó Larry Shiner en 1965, las ciencias sociales emplean la palabra “secularización” hasta con seis significados diferentes; y todos ellos tienen una importancia de primer orden para el futuro del cristianismo. Analizaremos cuatro de esos seis significados, con dos partes claramente diferenciadas en cada uno de ellos: lo que dicen los sociólogos y una reflexión del teólogo. La limitación del espacio disponible no permitirá muchas matizaciones, pero seguramente eso facilitará seguir el discurso. Tácito se propuso narrar la historia a partir de Tiberio ‘sine ira et studio’ (sin rencor y sin parcialidad), y así querría yo hablar de la secularización en estas páginas.



E. B. Tylor y otros estudiosos del siglo XIX utilizaron el término “animismo” para caracterizar la religión arcaica: el mundo era como un bosque encantado, lleno de espíritus benignos y malignos, que también podían penetrar en el interior de los individuos. Cada árbol, cada manantial, cada arroyo, cada colina, tenía su propio ‘genius loci’, o espíritu protector. Antes de talar un árbol, minar una montaña o canalizar un arroyo, era necesario aplacar al espíritu encargado de ese lugar y mantenerlo sosegado.

Incluso dentro del cristianismo pervivieron muchas prácticas mágicas en la religiosidad popular. Como dice Charles Taylor, “en el mundo encantado no era tan fácil rebelarse contra la magia ni rechazarla. Este era un mundo lleno de magia negra, que solo la magia blanca podía mantener a raya”.

En las últimas centurias hemos asistido, con palabras de Max Weber, a un progresivo “desencantamiento del mundo” (‘Entzauberung der Welt’) consistente en que ya “no existen en torno a nuestra vida poderes ocultos e imprevisibles (…). A diferencia del salvaje, para quien tales poderes existen, nosotros no tenemos que recurrir ya a medios mágicos para controlar los espíritus o moverlos a piedad”.

Ese mundo desencantado –que ya no provoca temor reverencial y está desprovisto de cualquier orla numinosa– se ha vuelto asequible a la investigación humana. Podríamos decir que entre el desencantamiento del mundo y la ciencia moderna existe una relación circular: el mundo desacralizado hizo posible la ciencia y, cuanto más se investiga científicamente el mundo, más desacralizado queda.

Sin embargo, “aun cuando estos ‘progresos’ son siempre acogidos en un determinado momento con entusiasmo, persiste una profunda ambivalencia que se expresa, por lo general, en la nostalgia, en la sensación de que falta algo, en el deseo de un significado más rico”.

Desencantar el mundo ha tenido un coste: es verdad que ha permitido el desarrollo de la ciencia moderna, pero también ha hecho que la naturaleza pierda su “encanto”. Ahora todo es muy racional, pero también muy frío. Según los hermanos Goncourt, la vida es únicamente “el usufructo de una agregación de moléculas”.

No debemos lamentar esa desacralización del mundo porque, como reconoce Max Weber, fue precisamente la Biblia quien desencadenó la desacralización de la naturaleza. Mientras en Egipto y Babilonia el sol y la luna eran dioses, el libro del Génesis (Gn 1, 14-19) los convierte en simples “lámparas” dispuestas por Dios para iluminar la tierra. Según la Biblia, el mundo es solo mundo, creación de Dios, que lo dejó en nuestras manos para que lo domináramos (cfr. Gn 1, 28). Y, porque el mundo es solo mundo, el pueblo de Dios luchó sin cuartel contra los ritos de fertilidad practicados por los cananeos, que habían divinizado las fuerzas naturales de la fertilidad del campo y de la fecundidad de los seres vivos.

Pero, si queremos evitar que el mundo pierda su “encanto”, no deberíamos olvidar que entre el mundo sagrado y el mundo profano existe una categoría intermedia, que es la propia del cristianismo: el mundo es sacramental, es signo visible del Dios invisible. El pintor y poeta inglés William Blake (1757-1827) decía que si alguien le preguntara: “Cuando sale el sol, ¿no ves un disco de fuego redondo parecido a una guinea?”, él respondería: “Oh, no, no: veo la innumerable compañía de la hueste celestial clamando: ‘Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso’”.

En realidad, Blake veía ambas cosas, igual que quienes usaban aquellos telescopios de la época de Kepler y Galileo conservados en un museo de Munich que llevan grabadas en latín una conocida frase del Salmo 19: ‘Coeli ennarrant gloriam Dei’ (“los cielos proclaman la gloria de Dios”). Quienes los usaban, como científicos miraban con los ojos, y como creyentes miraban a través de los ojos. Entonces, veían en las bellezas de la naturaleza una sonrisa llena de ternura que Dios dirige a sus criaturas y le daban gracias por ser tan buen paisajista.

El desencantamiento del mundo ha supuesto una progresiva asunción por la sociedad civil de funciones que anteriormente dependían de la religión. He aquí algunos ejemplos:

Antiguamente se creía que ninguna sociedad podía subsistir si no estaba aglutinada por el cemento de una religión única que sacralizaba las normas y valores, contribuyendo así al control social, al orden y a la estabilidad. Eso se tradujo en el principio ‘Cuius regio, eius religio’ (“De quien es la región, es la religión”); o, con otras palabras, el soberano decidía qué religión debían practicar sus súbditos. Ese principio se formuló por primera vez en la Dieta de Augsburgo (1555), pero se venía aplicando desde tiempo inmemorial. Recordemos, por ejemplo, el Edicto de Tesalónica (380), mediante el cual el emperador Teodosio obligó a hacerse cristianos a todos los súbditos del imperio romano.

En cambio, las sociedades secularizadas no consideran que sea necesaria la religión para vivir juntos; basta ponerse de acuerdo en una serie de objetivos prácticos que, por estar fundamentados en la razón, puedan aceptarlos todos los ciudadanos, cualquiera que sea su creencia (o increencia). (…)


Índice del Pliego

VIVIMOS EN UN MUNDO “DESENCANTADO”

  • Lo que dicen los sociólogos
  • Reflexión del teólogo

AUTONOMÍA DE LO PROFANO RESPECTO DE LA RELIGIÓN

  • Lo que dicen los sociólogos
  • Reflexión del teólogo

PRIVATIZACIÓN DE LA RELIGIÓN EN EL MUNDO MODERNO

  • Lo que dicen los sociólogos
  • Reflexión del teólogo

EL DECLIVE DE LA RELIGIÓN EN LAS SOCIEDADES MODERNAS

  • Lo que dicen los sociólogos
  • Reflexión del teólogo
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