La artista cubana Gloria Estefan cumple cincuenta años encima de los escenarios convertida en el mayor referente de la música latina. Y no solo porque haya vendido más de 130 millones de discos a lo largo de su carrera. Su éxito es el reflejo de un don recibido, aunado con el esfuerzo de una mujer migrante que ha sido una abanderada de la alegría a través de su música. Pero no solo de eso, sino de la defensa de los derechos humanos con canciones en las que ha demostrado su compromiso con sus propias raíces, con la libertad y la democracia, pero también con su fe. En su entrevista con Vida Nueva, se presenta como una mujer que cree en Dios, pero que también cree en el ser humano y en las causas justas, sin importarle el peaje que haya tenido que pagar por ello.
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De la mano de su esposo y productor, Emilio Estefan Jr., forma parte de toda una estirpe de cantautores hispanos que han sabido maridar la mirada comercial con ser voz de anuncio y de denuncia social a través de sus temas, cada uno con su propia impronta. Si los Estefan han reclamado una ‘Cuba libre’ frente al autoritarismo y han propuesto que ‘Hablemos un mismo idioma’ de integración frente a quienes discriminan al migrante, otros han sabido reivindicarse desde el humanismo cristiano como profetas en verso de la dignidad de los últimos en medio de contextos harto complejos de norte a sur del continente: desde Víctor Jara hasta Violeta Parra, pasando por Pablo Milanés y Mercedes Sosa, entre otros muchos. A este interminable listado hay que sumar a quienes, desde unas composiciones netamente creyentes, han alentado e iluminado a la Iglesia, lo mismo para acompañar una oración y animar una eucaristía que como profetas de la opción preferencial por los pobres, como susurran Martín Valverde o el jesuita Cristóbal Fones.
Gloria Estefan
Necesidad de interioridad
En una sociedad secularizada, que parece haber desconectado del hecho religioso y de todo aquello que huela a institucional, la música se presenta una vez más como el puente que permite acercarse a esa necesidad siempre presente de interioridad, espiritualidad y trascendencia que está presente en todo ser humano. Para contagiar la belleza que contiene cualquier pentagrama nacido a la luz de la contemplación de la Palabra, hace falta algo más que talento y creatividad.
La Iglesia está llamada a invertir en este medio evangelizador, sin miramientos, con la conciencia de que hacerse presente en la playlist de Spotify, lo mismo de un joven que de un adulto, es la mejor manera de volver a sintonizar con los alejados, con los que se fueron o con los que nunca han estado para compartir la melodía de las Bienaventuranzas de Jesús de Nazaret.