Editorial

Luz consagrada entre las penumbras

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La vida consagrada está en crisis. Esta afirmación asentada en los foros eclesiales, lejos de verse como una oportunidad para una conversión integral, se suele contaminar con unos aditivos peyorativos, al vincularla únicamente a la falta de vocaciones en Occidente, a acusaciones de una vivencia descafeinada del Evangelio… Así, se ha ido tejiendo un traje a trasquilones con medias verdades y prejuicios interesados, hasta tal punto que se ha llegado a denostar a las comunidades que han acogido con valentía la llamada del Concilio Vaticano II a responder a los signos de los tiempos.



Incluso, a sospechar de su opción preferencial por los pobres, cuando se encuentra en la raíz de carismas más que asentados y con impronta educativa, sanitaria, social… Estas sospechas se llegaron a polarizar hasta el extremo de  que, incluso, se promovieron formas de vida alternativas de nuevo cuño, y viejas formas nostálgicas y rígidas, con aparente tirón pero que comienzan a hacer aflorar escándalos no menores.

Con este escenario de fondo, el pontificado del primer papa jesuita de la historia ha logrado, en tiempo récord, limar asperezas y rebatir prejuicios. Pero, sobre todo, Francisco se ha erigido en artífice de comunión, por encima de cualquier estigma y etiqueta, desde el “caminar juntos”, que se traduce en la sinodalidad, se alimenta en las mutuas relaciones con los obispos, se enriquece desde la misión compartida con los laicos y se refuerza desde su apuesta por la catolicidad, esto es, por la unidad en la diversidad. Al mismo tiempo, ejerce de acicate para que la vida religiosa sepa  renovarse desde la escucha atenta al Espíritu Santo para ser Iglesia en salida.

Autenticidad identitaria

Así se percibe en el nuevo impulso dado al Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Por primera vez, ha situado a una mujer como secretaria del departamento vaticano. Se trata de sor Simona Brambilla, misionera de la Consolata, que comparte con ‘Vida Nueva’ esas mismas inquietudes papales. “Los consagrados y consagradas nos sentimos llamados a una sana revisión”, expone esta religiosa, desde el convencimiento de estar llamados a “habitar las noches del mundo, las noches de los pueblos, las noches del corazón humano”.

Un encargo, para ser voz profética en medio de una sociedad convulsa, que solo es posible desde una autenticidad identitaria. O lo que es lo mismo, una fidelidad creativa que no pasa por una custodia museística, sino por una claridad en la esencia del legado fundacional y un apasionamiento por Jesús de Nazaret que se traduce en una entrega sin excusa para ser luz entre los más vulnerables, atrapados en esas penumbras del mundo de hoy.

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