El papa Francisco ha decretado la disolución del Sodalicio de Vida Cristiana, una sociedad de vida apostólica fundada en 1971 y que, desde sus inicios hasta la actualidad, ha estado envuelta no solo en abusos de poder, conciencia y sexuales –como han demostrado diversas sentencias judiciales–, sino que ha propiciado una estructura corrupta que habría cometido delitos de malversación por valor de hasta mil millones de euros. A esto se suman las motivaciones iniciales de su fundador, Luis Fernando Figari, quien, bajo el paraguas de una organización cristiana, buscaba en realidad conformar una entidad política de ultraderecha que resucitara la Falange.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- REPORTAJE: Paola Ugaz y Pedro Salinas, autores de ‘Mitad monjes, mitad soldados’: “Fue una película de terror”
- OPINIÓN: El carisma espiritual inexistente, por Martin Scheuch
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Cinco décadas después, el Pontífice argentino pone fin a una errada institución que no solo ha logrado zafarse hasta hace poco tiempo de la supervisión vaticana, sino que se ha visto amparada y catapultada desde foros y autoridades eclesiales que han sido cómplices de sus más que reprobables acciones, bien por mirar hacia otro lado, bien por ser partícipes de su expansión en aras de una supuesta ortodoxia católica tan nostálgica como fallida y alejada del Evangelio.
La decisión de poner punto final al llamado ‘Sodalitium Christianae Vitae’, gracias al grito de las víctimas y a un ejercicio encomiable del periodismo de investigación, supone una advertencia a otras plataformas actualmente intervenidas y que buscan la manera de continuar adelante con sus propósitos con estrategias permanentes de esquivar tanto la acción de la justicia como de la Santa Sede. Y es que, hasta ahora, había primado la apuesta por refundar estas instituciones, intentando salvar así un posible carisma y poniendo el foco en sus bases, que son víctimas de una cúpula directiva que no ha dudado en jugar con la vida y la vocación de quienes todavía hoy están siendo estafados.
Máxime cuando echar el cierre a un grupo que aglutina en su seno a más de 20.000 seguidores, como el Sodalicio, lleva detrás una compleja labor de desmontaje. Y es que, a los sacerdotes y laicos consagrados, se suma una rama religiosa femenina y otros tantos seglares que han creído que el movimiento fundado por Figari era una auténtica vía para la santificación de las almas, y todavía hoy están convencidos de que la decisión del obispo de Roma es fruto de una conspiración contra un apostolado ejemplar.
No todo vale
Ratificar esta liquidación por cierre acaba con el manido argumento de que multiplicar adeptos es signo irrefutable de fecundidad divina y, más aún, considerar que el Espíritu Santo se sirve, no de siervos débiles y pecadores, sino de depredadores sexuales para regalar un carisma al mundo y a la Iglesia.