El Sodalicio de Vida Cristiana, movimiento fundado por el peruano Luis Fernando Figari, fue suprimido como tal en enero. La Santa Sede constató que, detrás de la millonaria corrupción financiera y de los abusos estructurales de poder, conciencia y sexuales, no había un carisma inspirado por el Espíritu, sino más bien una perversión ideológica disfrazada de una falsa estructura eclesial. En estos días, el comisario pontificio Jordi Bertomeu está procediendo al cierre práctico de cada una de sus ramas. Entre ellas, la Fraternidad Mariana de la Reconciliación y las Siervas del Plan de Dios.
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En los comunicados de disolución, ambas instituciones femeninas consagradas admiten su “cultura sectaria de control abusivo”, que se concretaba tanto en la manipulación para la captación vocacional como en agresiones amparadas en una degenerada obediencia. Al conocer de primera mano los testimonios de las mujeres de ambos grupos que hoy se reconocen como víctimas, no solo se produce estupor, sino que recuerdan a otras plataformas con las que comparten fondo y forma, y que todavía hoy siguen presentándose como ejemplo de fecundidad evangélica y referencia doctrinal.