Editorial

Las lagunas del celibato

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A estas alturas del pontificado, hay quien todavía sospecha de la continuidad doctrinal de Francisco, especialmente con cuestiones como el celibato. Ahí está su defensa en Querida Amazonía tras la propuesta sinodal de ordenar a los llamados ‘viri probati’ y la polvareda generada por el cardenal Robert Sarah.



Por si no fuera suficiente, estos días se ha celebrado un simposio internacional en Roma que apuntala la castidad presbiteral. El propio Papa subrayó en la jornada inaugural que “es un don que la Iglesia latina conserva”. Sin embargo, es consciente de los escándalos vinculados a sacerdotes y obispos que han dado la vuelta al mundo recientemente y que hablan de una falta de madurez vocacional.

“Sin amigos y sin oración, el celibato puede convertirse en una carga insoportable y en un testimonio contrario a la belleza misma del sacerdocio”, explicaba el Papa con una sensatez, sencillez y franqueza que es la que debería acompañar tanto en el proceso formativo como en una vida cotidiana que exige un acompañamiento permanente. La cercanía a Dios, al obispo, a los otros curas y a la comunidad cristiana que aleja de toda laguna espiritual, afectiva y sexual.

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