El Dicasterio para la Educación y la Cultura de la Santa Sede tiene la mirada puesta en las 24 facultades eclesiásticas españolas y los centros que dependen de ellas, así como en sus claustros. Al igual que sucede con los seminarios, en Roma preocupa la proliferación de centros educativos sobre el hecho religioso ante una reducción de alumnado y de potenciales estudiantes dada la creciente secularización.
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La alerta se extiende también a la formación del profesorado, la capacidad investigadora y la detección de algunos tintes ideologizantes en las aulas. Eso, sin olvidar su sostenibilidad, que podría convertirse, más pronto que tarde, en un lastre para las instituciones que las respaldan, ya sean diócesis o institutos de vida consagrada.
Mirar para otro lado
Ante el interés mostrado por Roma, la Iglesia española puede asumir este encargo con la misma resistencia con la que acogió la auditoría de los seminarios y con la que está asumiendo la reforma solicitada. No servirá mirar para otro lado o aferrarse a una errada conciencia de que poco o nada hay que cambiar, cuando ahora hay un ojo externo que ha sido capaz de detectar unos charcos que en algunos casos ya son lagunas.