Editorial

La avanzadilla conciliar de la Amazonía

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El Sínodo Panamazónico ha abierto las puertas de Roma a las voces y demandas de una Iglesia que ya tiene rostro indígena. A cara descubierta, con pigmentos en el rostro y exóticas plumas, pero sin caretas. El foro vaticano avanza en las primeras jornadas de trabajo sin máscaras de ningún tipo, al igual que parecen habérselas retirado quienes buscan disfrazar la aventura sinodal como un viaje cismático.

Los intentos de los grupos eclesiales más conservadores de la Iglesia que buscan torpedear esta cita, se han encontrado con un escollo. La estrategia pasa por hacer creer que el mero hecho de poner sobre la mesa la ordenación de los hombres casados y ahondar en los ministerios femeninos es de por sí “una herejía”, no les está rentando ante la opinión pública.

Al menos con la facilidad con la que lograron imponer su discurso sobre los divorciados en los sínodos de la familia que llevó a que se abordara desde los eufemismos y los circunloquios. Ha quedado al descubierto la estrategia de presentarlos como temas tabú a modo de mantra en todo espacio físico o digital para imponer el relato del celibato entendido como un dogma y no como un consenso histórico, tal y como ha sostenido siempre la Iglesia.

Aterrizar ‘Laudato si”

Y es que, lejos de contagiarse por estos mensajes, de amedrentarse y orillar el debate, los participantes en el Sínodo ya están afrontando estas cuestiones con la misma naturalidad y sentido común con la que se está abordando cómo aplicar la Doctrina Social hoy en la defensa de la dignidad de los pueblos originarios y cómo aterrizar ‘Laudato si’’ frente a la destrucción de la naturaleza por parte de las multinacionales y los gobiernos de turno.

Es tiempo de dialogar sin cortapisas, independientemente de las recomendaciones finales que se aprueben y se le hagan llegar a Francisco. Los padres sinodales siguen así la premisa marcada por el propio Papa en el arranque sinodal al reclamar una “prudencia audaz” que permita dar pasos hacia adelante desde cuatro dimensiones: pastoral, cultural, social y ecológica.

Abrir caminos con esta perspectiva poliédrica solo es posible si son los protagonistas de la Amazonía, esto es, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, hombres y mujeres, quienes proponen y reflexionan sobre y desde su realidad. De lo contrario, la Iglesia volvería a caer en la autorreferencialidad y el colonialismo, que sustituye el acompañamiento por la imposición, la libertad del amor de Dios por la domesticación. Entre otras cosas, porque el Sínodo se han erigido como la avanzadilla en la que aplicar en plenitud el Vaticano II. Y es que la Amazonía ya ha dado signos, en su día a día, de ir por delante de Roma en el aggiornamento conciliar.