Editorial

El nuevo primer plano de la pastoral obrera

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La muerte por coronavirus del obispo emérito de Ciudad Real, Antonio Algora, deja a la pastoral obrera española sin uno de sus referentes. Una misión que siempre llevó en un segundo plano. No solo por la humildad de un trabajo callado, en el que quiso que brillaran los laicos como los máximos exponentes para hacer realidad el Reino de Dios en el mundo del trabajo.



Las tres ‘t’

Lamentablemente, ese segundo plano también ha venido propiciado durante un largo tiempo por la falta de implicación episcopal en dar la cara por quienes no tienen empleo o por aquellos que sufren la explotación sin poder alzar la voz. El pontificado de Francisco, con su respaldo a los movimientos populares, sus tres ‘t’ –tierra, techo y trabajo–, supuso un aldabonazo no solo para Algora, sino para quienes han estado volcados en configurar el papel clave de la Iglesia en el tajo, sin temor a ser tachada de sindicalista.

Todos ellos, a duras penas, han trascendido estas etiquetas y ahora constatan desde Roma cómo aquello que se consideraba algo accesorio pasa a un primer plano troncal: la defensa del trabajador no es otra cosa que defender la dignidad de la persona, una vía inexcusable para ser “hermanos todos”.

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