Editorial

Del váter maltratado a la Casa común protegida

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Los primeros pasos de la Cumbre del Clima de Glasgow, que se celebra este mes de noviembre, no dejan lugar para el optimismo a la hora de frenar en seco el cambio climático. Los líderes de los países más contaminantes se han negado a asistir, como China, Rusia o Brasil, lo que implica que no respaldarán los acuerdos que se adopten.



Y los que están, como India, no parece que vayan a dar un giro significativo en su gestión. Es más, el impulso del presidente estadounidense, Joe Biden, deja en evidencia cómo el cuidado del planeta, lejos de ser una cuestión de Estado indiscutible, queda a merced de la gestión ideológica de turno, como demostró el negacionismo trumpista.

Cumbre del Clima de Glasgow

Aun así, no hay tiempo ni margen para tirar la toalla. Por eso, urge incrementar esa presión efectiva que se viene realizando desde ese multilateralismo propiciado por el resto de la comunidad internacional y, especialmente, por las plataformas sociales, incluidas las confesiones religiosas. Este lobby ciudadano, antes o después, lograrará que al planeta se le deje de tratar como un “váter”, en palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, para protegerlo como Casa común.

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