DCM

Entre rejas

En este número proponemos historias y vivencias de mujeres que visitan las cárceles porque es su trabajo y también por compromiso social, por voluntariado y por fe. Aprovechamos para tratar este tema con motivo de la celebración de la conferencia nacional “Ser mujeres en la cárcel” organizada por la USMI, las Superioras Mayores de Italia, y su proyecto con consagradas, religiosas y voluntarias laicas en los centros penitenciarios.



En la cárcel se cumple condena entre dificultades y sufrimiento. Para la Iglesia la cárcel es también un lugar “teológico”: “Estuve en la cárcel y vinisteis a verme”. Es también un espacio donde a lo largo de la historia, entre luces y sombras, se han ido dando transformaciones. El impulso del Papa Inocencio X propició el nacimiento en el siglo XVII de un nuevo concepto de cárcel que aunaba la justicia, la clemencia y “una custodia más segura y humana de los culpables”, como se puede leer en el portal del edificio en el corazón de Roma que hoy alberga la Dirección Nacional Antimafia.

El nexo de unión de los testimonios de los distintos países que recoge este número es el compromiso por una pastoral penitenciaria renovada, adaptada a los turbulentos tiempos que vivimos y con la crisis de las vocaciones dentro de la Iglesia.

Daniela de Robert, periodista que desde hace 30 años es voluntaria en una prisión romana y miembro del organismo que en Italia vela por el respeto de los derechos de los reclusos, afirma que “la Iglesia debe volver a ser una comunidad capaz de vivir más allá de los muros, más allá de las separaciones y más allá de los miedos. Visitar a los presos también significa acordarse de ellos, como si nosotros estuviéramos presos con ellos”.

Acompañamiento

Desde EE. UU., Karen Clifton, coordinadora ejecutiva y fundadora de la Catholic Prison Ministries Coalition, llama la atención sobre el problema del acompañamiento. “La necesidad de este ministerio es grande y los ministros son pocos”, indica. Y se pregunta: “¿Cómo podría la Iglesia católica en los Estados Unidos recuperar su celo misionero para llevar el Evangelio a los marginados, como nos ha invitado a hacer el Papa Francisco?”.

Cuando Ilaria Buonriposi, misionera comboniana y trabajadora social que trabajó en prisiones españolas, peruanas y ahora estadounidenses, conoció a las guerrilleras de Tupac Amaru en Lima, hablaron de amor. De las mujeres que conoció aprendió que “la palabra ‘detenida’ no es un sustantivo, sino un adjetivo: no define la esencia de la persona, sino una situación en la que vive”.