DCM
Portada_DChM_71

Autoridad y profecía

Este mes presentamos a mujeres “terremoto”. Son mujeres que han provocado “sacudidas” inesperadas y han desafiado los equilibrios de su tiempo, muchas veces pagando caro tal atrevimiento. Hay ejemplos en todas las religiones y libros sagrados como los Evangelios y el Corán. Para la Iglesia, por la que hasta llegaron a dar la vida, fueron unas rebeldes, incluso unas herejes.



Son mujeres protagonistas de su destino que han desafiado el poder y se han enfrentado a las jerarquías (masculinas) para plantear cuestiones que resultaron proféticas. La buena reputación de algunas de ellas solo fue restituida después de su muerte. Quizás el suyo fue una suerte de “martirio eclesial”.

Estas historias no son simplemente otra batalla en la “guerra entre sexos”. Si bien el chovinismo masculino indudablemente ha jugado un papel en el destino de todas ellas, no se trata solo de eso. La cuestión de fondo es si la autoridad está abierta al reconocimiento de la profecía, sobre todo cuando se presenta, como sucedía en el caso de estas mujeres, a través de canales ajenos al poder.

La profecía rompe patrones y crea desorden. Es incómoda. No tiene miedo de cuestionar hábitos y estructuras. Escuchar a un profeta es siempre un riesgo, porque implica estar dispuesto a salir de la zona de confort y convertirse personal e institucionalmente.

Respuestas femeninas

La profecía no se opone a la ley, simplemente la precede. Profecía y autoridad tampoco se oponen, todo lo contrario. Para los cristianos, ambas son dones del Espíritu que invitan a todos a ponerse en camino. Sin embargo, la autoridad debe aprender a acoger y a discernir. En el contexto de la Iglesia Católica, debe distinguir entre la Tradición, derivada de la Revelación, y las tradiciones nacidas de esquemas culturales superables.

La autoridad no debe tener miedo de abandonar costumbres o certezas y, aceptando la novedad que trae Jesús, debe reconocer la voz del Pastor, también en los pequeños y marginados muchas veces portadores de un ‘sensus fidei’ que es un camino de vida nueva para la Iglesia. Por otro lado, los profetas deben superar la tentación de la autorreferencialidad. El don que recibieron es para la comunión y el servicio al Pueblo de Dios y esto se convierte en una guía para el proceso de discernimiento.

¿Necesitamos respuestas proféticas a las muchas preguntas de hoy? La pregunta es si estamos dispuestos a reconocerlas y a descubrir en las preguntas planteadas por las mujeres un horizonte y una perspectiva para el bien de todos.