Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

Yalitza y las otras realidades de los Pueblos Indígenas


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Desde la nominación a los premios Óscar de la película mexicana ‘Roma’, la joven mexicana Yalitza Aparicio que destacó por su talento al personificar a una trabajadora doméstica, ha enfrentado un mar de reacciones y críticas relacionadas con su origen indígena que no hacen más que enfrentarnos a la realidad de una sociedad de profundas desigualdades y estigmas. Me he preguntado últimamente ¿por qué sorprende a tantos que una joven indígena hablante de mixteco pueda destacar en la actuación?

La Iglesia, defensora del respeto a la autonomía de los pueblos indígenas

Quizá porque las historias de los pueblos indígenas en América Latina están construidas desde un discurso de la marginación y la exclusión, que mostrar el ángulo exitoso de una joven o de una comunidad pueden alterar el imaginario colectivo que tenemos al respecto. Esta historia de marginación no es infundada, hasta el día de hoy es innegable que en todo el mundo los pueblos indígenas siguen experimentando las consecuencias de la colonización e invasión histórica de sus territorios, y sufren discriminación debido a sus distintas culturas, identidades y modos de vida. En décadas recientes, la comunidad internacional ha dado especial atención a la situación de los pueblos indígenas, como muestra la adopción de marcos internacionales y directrices, particularmente de la Declaración de Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas (2007), así como el establecimiento de instituciones y organizaciones especialmente focalizadas en responder a los problemas de estos pueblos.

También la Iglesia ha reconocido esta deuda histórica y pedido perdón por los crímenes contra los Pueblos Indígenas que tuvieron lugar en el periodo de la conquista de América. Así lo hizo el papa Francisco durante el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares, el 9 de julio de 2015 en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Al mismo tiempo, la Iglesia ha sido portadora y defensora del respeto a la autonomía de los pueblos indígenas. Las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe en un evento realizado del 5 al 9 de noviembre de 2018 en Bogotá, mencionaban que “constatamos que estos Pueblos están sufriendo en todos los países una situación de desprecio, marginalización y hasta criminalización. Frecuentemente son desalojados de sus territorios tradicionales que les obliga migrar a zonas urbanas donde sufren el despojo de su dignidad y de su derecho de ser diferentes lo que amenaza su identidad. El sistema neoliberal globalizado aplasta rápidamente cualquier pequeña alternativa que intenta emerger”.

Mujeres indígenas de Cuetzalan en Puebla. Foto: Daniela Malpica, Reconcilia DH

En fechas recientes, el papa Francisco ha convocado al Sínodo especial sobre la Amazonía. No exentos de tensión con sus élites políticas por señalar las condiciones de las comunidades indígenas, los obispos de 7 países mediante el Documento Preparatorio del Sínodo señalan: “La Amazonía, región con una rica biodiversidad, es multiétnica, pluricultural y plurirreligiosa, un espejo de toda la humanidad que, en defensa de la vida, exige cambios estructurales y personales de todos los seres humanos, los Estados y la Iglesia […]. Es de vital importancia escuchar a los pueblos indígenas y a todas las comunidades que viven en la Amazonía, que son los primeros interlocutores de este Sínodo”.

Comprender a las comunidades indígenas y su contexto

Esta posición colegiada sobre las problemáticas latentes de las comunidades indígenas por parte de la Iglesia Latinoamericana nos mueve a pensar desde otro lugar. No es que pedir perdón no sea necesario pero ya se ha hecho varias veces, la Iglesia ha empezado ya a actuar desde una perspectiva humanitaria y técnica. Entonces independientemente de nuestra adhesión o no a la fe católica. ¿Cómo podemos mover el debate más allá de la no discriminación y el perdón?

Respetar la autonomía indígena, su identidad y sus derechos requiere de la capacidad de comprender a las comunidades indígenas y su contexto, hasta comprender nuestra interrelación y corresponsabilidad. La diversidad es un legado que puede hacernos distintos, pero la dignidad nos hace iguales. Por eso hay que actuar con la convicción de que ya no hay “ellos y nosotros”, las historias de opresión se configuran por nuestros quebrantados derechos en aumento de nuestros marcados privilegios. El largo historial de asistencialismo, las imágenes preconcebidas y la falta de respeto a la relación con las comunidades indígenas han sido características transmitidas socialmente entre generaciones que han permeado la forma de hacer política, de hacer pastoral y de aprender. La Iglesia y sus obras pastorales ya en acción con estas comunidades nos permiten reeducarnos al respecto.

Decía una líder indígena mexicana en algún foro hace 9 años: “En épocas del levantamiento zapatista había una concepción pueblos indígenas como sujetos de derechos. En ese momento nos decían “yo te presento a mi Estado” y los indígenas decíamos “y yo a mi Pueblo”. Yo digo que la autonomía y el respeto se dé como se pueda dar a estas alturas (2010)”. Estamos en 2019.