El asesinato de la educadora Melanie G. el 10 de junio de 2025 apuñalada por un adolescente de 14 años en Nogent constituye un caso relevante ara reflexionar una violencia contra los docentes que no ha cesado de incrementarse en nuestra sociedad.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Nogent es una pequeña localidad de 3.500 habitantes en el Haute-Marne (al norte de Dijon), donde Melanie ha vivido toda su vida. Trabajaba en el instituto como acompañante de estudiantes con discapacidad. La educadora tenía 31 años y era auxiliar de enseñanza secundaria en el Instituto Françoise-Dolto, madre de un niño de cuatro años (Timéo), cristiana practicante muy comprometida en la comunidad vecinal ―era desde la pandemia concejala de una aldea cercana de 103 habitantes, Sarcey, donde residía― y la parroquia.
Era una persona que los vecinos valoran como amable, encantadora, siempre sonriente y buena madre. Estaba muy ilusionada con su nuevo trabajo ya que le gustaba ayudara los jóvenes y disfrutaba con el ambiente de compañerismo en la escuela.
Impulso de matar
El adolescente le quitó la vida el martes 10 de junio por la mañana con una arma blanca de 20 cm de hoja que la hirió siete veces. Esa misma mañana Melanie fallecía. Tenía 14 años, su familia estaba totalmente integrada, sin problemas con sus padres ni éstos entre ellos. Es más: era un miembro destacado del equipo de alumnos que trabajaba para evitar el acoso en el instituto. No mostraba dificultades especiales en los estudios, aunque recientemente había comenzado a manifestar un comportamiento más indisciplinado: fue expulsado dos veces de clase por interrumpir.
El adolescente admitió que no tenía ningún agravio especial con Melanie, que su impulso fue matar a cualquiera de los educadores del instituto y ella fue a la que se encontró en un control aleatorio que se hacía de las bolsas en la entrada del edificio. El viernes anterior había sido reprendido por una educadora ya que estaba besándose con su novia en el centro. El menor confesó que desde el sábado había estado dando vueltas a matar a un educador del Instituto y el martes ya acudió con la intención determinada de hacerlo.
En el interrogatorio el joven se manifestó fascinado por los videojuegos violentos, aunque según los padres y él mismo no es adicto a los mismos. También mostró su atracción por personajes oscuros de series y películas, así como la violencia y la muerte en general.
El asesinato de Nogent hace pensar: no era un barrio conflictivo, sino una aldea rural. El acto sucedió ante la policía que supervisaba un control aleatorio de bolsas en el instituto, así que no cabe la acusación de una dejación en la seguridad. La familia del chico está unida, no está desestructurada, trabajan ambos padres y están socialmente integrados en la comunidad, según ha afirmado el fiscal del caso.
La ultraderecha francesa enseguida intrumentalizó el caso para manipular a la opinión pública acusando a la inmigración, pero la integración comunitaria, la funcionalidad familiar, la colaboración del joven en el instituto, no había asomo de marginalidad ni comportamiento disfuncional. El problema es más profundo y el fanatismo ultraderechista hace desviar el foco del problema principal.
Formación integral
Tras el primer interrogatorio e investigación ―que no puede no recordar a la serie ‘Adolescencia’ (Jack Thorne y Stephen Graham, 2025)―, el factor que más explica los hechos sucedidos es que el menor había “perdido la orientación respecto al valor de la vida humana”.
Asesinato de la educadora de Nogent: el mundo educativo debe volver a poner en el centro la formación integral, y superar el enfoque que en la práctica ha llevado a dar prioridad a la competitividad de calificaciones alrededor de materias convencionales. Se quiere ganar en los rankings, pero se pierde en la vida.
El problema no son parcialmente la adicción a las redes sociales y pantallas, los problemas de salud mental o la fascinación por la violencia y la competencia, sino el propio sentido de la vida. Y sin medios de reflexión, marcos de sabiduría y espiritualidad los jóvenes seguirán engrosando las filas de la pérdida de propósito en la vida y nihilismo, que no hace sino multiplicar y ahondar la violencia contra ellos y los demás.