Viaje de vuelta


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Cayó en mis manos, hace muchos años, un pequeño libro de la teóloga y poeta alemana Dorothy Sölle, titulado “Viaje de ida” que, junto a “El peregrino ruso”, ha sido uno de los libros que pienso me han influido, a pesar de su aparente sencillez. Hoy, que en Teruel celebramos nuestra patrona, la mártir Santa Emerenciana, decía en la catedral, llena de personas con mascarillas, pero no abarrotada como otros años, y con una mínima representación de autoridades, ya que se han suprimido las procesiones y los festejos, que las personas estamos amasadas por muchas manos desde que nos atrapan la cabeza saliendo del útero materno. Muchas veces pensamos que nos hacemos a nosotros mismos, que somos dueños de nuestros actos, que soy aquella persona que he elegido ser. Nada más lejos de la realidad. Estamos conformados por todos los que nos quieren y aman y por todos aquellos que nos detestan y odian. Lo importante es saber elegir con quien haces el camino y discernir las intenciones.



A la Iglesia le pasa lo mismo. No son los Papas o grandes teólogos, en un principio solo por serlo, los que la conforman, sino los santos, también los de a pie, aquellos que se dejan llevar por el Espíritu, y a nuestros ojos no son razonables, sino que sus propuestas rozan la locura porque hay una fuerza mayor que les mueve. Pero entre los santos, quizás por la radicalidad en el momento decisivo, tengo preferencia por los mártires. Los hay de todas las edades, hasta pequeñas criaturas recién estrenadas en el uso de razón. Todos están tocados de amor. Todos los santos, conocidos y desconocidos han hecho el viaje de vuelta.

En todos los procesos de crecimiento hay siempre un viaje de ida, que es peregrinación y búsqueda. Aquellas personas que no se preguntan no pueden avanzar o las que se quedan sólo en los análisis, del tipo que sean, permanecerán estáticas oteando horizontes, pero sin dar un paso adelante. Hay que mirar con profundidad, pero mientras se camina. Y hay que caminar en comunidad para cerciorarse juntos de qué es un espejismo y cuál es un verdadero oasis en el desierto.

En búsqueda

No peregrinamos, no vamos en búsqueda, si no es para que se produzca un encuentro personal. Los textos bíblicos están llenos de caminos que terminan en un encuentro, que trasforman de tal manera al peregrino que le provocan un viaje de vuelta. Lo vemos perfectamente diseñado en el relato de Emaús. Este encuentro sólo es con el que nos ama, el Señor.

Y ya no hay reparos, no hay reivindicaciones, no hay ni exigencias, ni excusas, solo un gozo profundo que nos invita a ponernos en camino a la búsqueda de la vida comunitaria, que es el andamiaje que nos sustenta, también en nuestra debilidad.  Y de allí a todos los rincones de la tierra, aquellos lejanos en la distancia y aquellos lejanos en la profundidad del ser: los pobres, los rechazados por cualquier causa, los indefensos, los olvidados, los pequeños, los que nos hieren en nuestra segura identidad. El camino de vuelta es para tener los brazos abiertos. ¡Ánimo y adelante!