Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Vengo del futuro


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“Vengo del futuro”. La frase puede ser de unas cuantas películas. No sabría decir cuál era. Iba en el tren, medio despistada, medio adormilada. Y los que estaban a mi lado, que veían la película, dijeron asombrados: “Vengo del futuro”. Estaban repitiendo una frase (al parecer, estelar) de la película, en un tono más alto del que a mí me hubiera gustado. Miré a la pantalla y una chica le explicaba a un adolescente la causa de todos sus males: venía del futuro y por eso no podían seguir juntos.



A mí no me gustaría venir del futuro ni que nadie cercano a mí lo hiciera. Al menos si es un futuro cerrado e inamovible. ¡Qué horror saberse el final y, sobre todo, lo que queda entre medias!, ¡nos arrancarían la magia y el misterio de vivir!

Todo acabará bien

A veces me hubiera gustado saber cómo iba a terminar algún asunto, alguna relación, algún proyecto. A veces, incluso me gustaría saber cómo voy a terminar yo. Pero enseguida se me pasa… En realidad, como creyente, con mis dudas y mis límites, ya “sé” cómo voy a terminar. Voy a terminar bien. Vamos a terminar bien. Porque, como decía Juliana de Norwich, “al final todo acabará bien; y si no acaba bien es que no es el final”. Lo que en realidad nos inquieta y entristece son los pormenores, los detalles penúltimos, los mientras tanto. Al menos a mí. Quizá porque en el fondo todos sabemos que es ahí donde nos jugamos lo importante, donde colaboramos a hacer de la historia algo que merezca la pena vivirse o simplemente hacemos de esta vida algo un poco peor y más difícil.

camino vías de tren

Aunque… claro… también podríamos entender la frase de otro modo. Todos venimos un poco del futuro, ¿no? ¿Acaso no somos hoy también, en gran parte, resultado de lo que anhelamos y deseamos? ¿Acaso la persona que querríamos ser dentro de diez años no nos atrae y configura más que la que fuimos hace veinte? ¿No nos ocurre que en realidad es el horizonte que esperamos el que nos atrae como un enorme y precioso imán, mucho más que los empujones o cariñosos golpes en la espada que el pasado puede darnos? Más aún: ¿acaso no es señal de atravesar un momento poco agradable cuando el pasado nos pesa tanto que nos define?

Venimos del pasado, es cierto. Pero quizá todos venimos también, en gran medida, del futuro. Aunque ninguno hayamos estado allí. Justo por eso: porque es un futuro inédito, esperando ser escrito, narrado, vivido. Somos de dónde venimos pero, sobre todo, somos de donde vamos eligiendo ir.