Celebré la publicación de la ‘Fiducia supplicans’ (la confianza suplicante), declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, publicada el 18 de diciembre del 2023, en la que se aprobaban las bendiciones para parejas homosexuales y en situaciones irregulares.
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Comenté, el domingo pasado, que la nota doctrinal sobre algunos títulos marianos referidos a la cooperación de María en la obra de la salvación –‘Mater populi fidelis’ (La madre del pueblo fiel)-, en la que, en concreto, calificaba como algo inoportuno el llamarla corredentora, me parecía saludable, al quitarle a la Virgen epítetos que si no la divinizan, sí la colocan a la altura de los ángeles.
Sin embargo, de las dos comunicaciones, y más allá de sus contenidos, me gusta más el primer mensaje, pues convierte a ese departamento vaticano, cuyos antecedentes fueron el Santo Oficio y la Santa Inquisición, en una institución que invita a explorar nuevas formas de evangelizar y de acercar a los alejados, en vez de un instrumento para frenar y, en no pocas ocasiones, castigar a los teólogos creativos e innovadores.
Con el cardenal Víctor Manuel Fernández Martinelli, ‘Tucho’, a cargo de la antigua congregación, este esfuerzo impulsor estaba garantizado, y siempre califiqué como una excelente decisión de su paisano Jorge Bergoglio, Francisco de Roma el que lo haya puesto al frente de tan delicado encargo. Pero me preocupa lo que leo en nuestra revista: “El cardenal Víctor Manuel Fernández advierte sobre los fenómenos místicos: ‘Hay casos muy preocupantes’”, e invita a algo que no se le puede rebatir, como el discernimiento, hoy más necesario que nunca.
En efecto. En el marco del congreso ‘Misticismo: fenómenos místicos y santidad’, organizado por el Dicasterio para las Causas de los Santos y celebrado en la Pontificia Universidad Urbaniana, Fernández llamó la atención sobre casos en donde se explotan apariciones y supuestos fenómenos místicos para obtener beneficios económicos. De acuerdo, y es proverbial la cautela con la que la Iglesia se comporta para pronunciarse sobre este tipo de devociones.
Sin embargo, y dada la experiencia que se ha tenido con algunas de ellas, por ejemplo Medjugorje, que con el paso del tiempo pierden notoriedad, terminan por ser sitios turísticos, y se deja a la intervención de las iglesias locales su tratamiento pastoral, creo que no hay necesidad de fincar una posición oficial al respecto. Como el mismo ‘Tucho’ reconoció: “El Espíritu Santo actúa en la Iglesia con plena libertad”, por lo que siempre habrá que admitir la posibilidad de hechos sobrenaturales.
No me gustaría, en conclusión, que así como Ratzinger, cuando era Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fue calificado de conservador y de derecha, al perseguir a teólogos de la liberación, así ahora se califique a Fernández de liberal y de izquierda, al arremeter contra tradicionalistas y supuestos místicos. Que el ‘Tucho’ se dedique a impulsar y alentar investigaciones, aún riesgosas, y no a detener iniciativas que, quizá no parezcan acordes a los criterios teológicos en boga, pero que pueden ser mociones del Espíritu. Que promueva avances, no retrocesos.
Pro-vocación
“La realización de una película es un acto comunitario, una obra coral en la que nadie se basta por sí mismo”: el papa León XIV, en su mensaje a representantes del mundo del cine como Cate Blanchett, Viggo Mortensen, Monica Bellucci y Spike Lee, dentro de las audiencias jubilares. “Dirigir es orquestar, es componer, asegurarse de que esos elementos no vayan en sentidos distintos… Toda la gente que ha trabajado conmigo, la mejor de esa gente, está en este equipo”: Guillermo del Toro, sobre el trabajo en equipo en la realización de Frankestein. Admirable la similitud.

