La fase que ahora inicia en la vida de la Iglesia no es una simple continuación del proceso sinodal. Es, más bien, su corazón palpitante. El documento que hemos recibido: ‘Pistas para la fase de implementación del Sínodo 2025-2028‘, nos invita a aterrizar lo discernido, a concretar lo soñado, a encarnar lo escuchado.
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Durante años hablamos de comunión, participación y misión. Hoy, esas palabras nos piden carne y hueso, porque una Iglesia sinodal no se define por documentos, sino por experiencias compartidas, relaciones nuevas, decisiones tomadas en el Espíritu, con todos y para todos.
Es significativo que este proceso comience tras la muerte del papa Francisco, quien sembró con coraje esta etapa histórica, y continúe ahora confirmado por el papa León XIV. El Santo Padre nos ha recordado, desde su primer saludo, que somos una Iglesia abierta, que construye puentes con caridad y diálogo. No hay mejor definición de sinodalidad.
La implementación no es tarea de oficinas, sino de comunidades vivas: parroquias, equipos diocesanos, movimientos, colegios, hospitales, cárceles y ambientes digitales. Todos estamos llamados a caminar. Y no se trata solo de aplicar reformas o crear nuevas estructuras, sino de de vivir con estilo sinodal: escuchar, discernir, decidir juntos.
El texto señala claramente: sin cambios concretos y visibles, el camino sinodal pierde credibilidad. Por eso es urgente que cada diócesis, cada parroquia, cada grupo cristiano, revise sus prácticas: ¿cómo se toman las decisiones?, ¿quiénes participan?, ¿a quiénes dejamos fuera, sin querer o sin saber?
Los equipos sinodales no deben ser un adorno pues son los dinamizadores de este proceso. Hay que formarlos, renovarlos y reactivarlos. No podemos improvisar ya que necesitamos formación, oración y acompañamiento, pero sobre todo, necesitamos convencimiento de que el Espíritu actúa en el Pueblo de Dios.
Mucho se habla hoy de la Iglesia del futuro, pero lo que realmente importa es esta Iglesia del presente, que quiere ser más humilde, más misionera y más fraterna. El camino ya comenzó. Lo sinodal ya no es un proyecto sino una forma de ser Iglesia.
Lo que vi esta semana:
A mi arzobispo monseñor Rogelio Cabrera López, sentado entre todos los asistentes de la Asamblea de Consejos Pastorales, no como uno más, sino como miembro del pueblo que peregrina en Monterrey.
La palabra que me sostiene:
“Escucha de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; escucha del pueblo, hasta respirar en él la voluntad a la que Dios nos llama”. (Episcopalis communio No. 6)
En voz baja:
‘Caminando juntos, con la mirada puesta en Jesús’. (Lema pastoral de la Arquidiócesis de Monterrey).
