En la Biblia, setenta no es solo un número, es una cifra de plenitud, y el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM) lo sabe, pues nacido en 1955 como signo de colegialidad episcopal, acaba de celebrar su aniversario número 70 en Río de Janeiro, con una Asamblea que no solo miró hacia atrás con memoria agradecida, sino hacia dentro y hacia adelante.
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A la distancia percibí -por lo que se comenta y se relató en distintos medios, entre ellos Vida Nueva- no una celebración para hacer memoria decorativa, sino para preguntarse con honestidad qué significa hoy ser Iglesia en América Latina y el Caribe.
Formé parte del CELAM en plena pandemia, entre el 2020 y 2022 como secretario general adjunto y luego adscrito. De primera mano pude acompañar procesos como la renovación y reestructuración del Consejo, la llamada del Papa a celebrar la Primera Asamblea Eclesial, el inicio del camino del Sínodo de la sinodalidad y la construcción de la nueva sede del CELAM, entre otros proyectos y programas significativos. Lo que viví entonces me permite ahora mirar este aniversario con gratitud y esperanza.
El CELAM ha cambiado en 70 años, se ha ido adaptando al tiempo y al espacio, pero lo que permanece y que se reafirmó en esta Asamblea, es su naturaleza y vocación de ser una Iglesia que camina unida, que escucha con humildad, y que se compromete con valentía, siendo un instrumento de comunión episcopal y eclesial.
Resalto entre otros muchos momentos la presentación de un documento pastoral sobre la Inteligencia Artificial. No porque el CELAM quiera subirse a modas, sino porque entiende que el Evangelio debe dialogar con la realidad, y la realidad incluye también los algoritmos, los datos y las decisiones automatizadas que afectan a personas concretas. Este documento, elaborado con equipos interdisciplinarios, muestra que la evangelización pasa hoy también por los nuevos lenguajes y desafíos éticos.
Pero más allá de los documentos, lo más importante de esta Asamblea fue el espíritu. Una Iglesia con rostro latinoamericano no es una consigna: es una forma de mirar el mundo. Y en medio de los análisis y los informes, se hizo presente esa mirada: atenta a los pobres, cercana a los pueblos originarios, abierta a la voz del Caribe y sus desafíos, empapada de sinodalidad.
En el trasfondo de todo esto, no podía faltar la referencia al papa Francisco. Su legado para América Latina es inmenso. No solo por Aparecida, de la que fue redactor, sino porque supo poner en el centro lo que para nosotros era intuición, y lo convirtió en magisterio global: la opción por los pobres, la alegría del Evangelio y la Iglesia en salida.
Y ahora, con el papa León XIV, “americano de nacimiento y latinoamericano por opción”, el horizonte se ensancha. Aún no sabemos qué rumbo tomará su pontificado, pero sus gestos iniciales de cercanía, escucha y humildad, resuenan profundamente con el alma latinoamericana. No se trata de comparar, se trata de continuar un camino en comunión, abiertos al Espíritu que siempre sorprende.
Para quienes hemos servido en instancias como el CELAM, este aniversario es un recordatorio de que la fidelidad también se expresa mirando el camino recorrido y por recorrer, dejando que otros sigan. Mi respeto y admiración para sus colaboradores laicos y laicas, me consta que aman a la Iglesia. Y para los miembros de la vida consagrada, obispos y sacerdotes, una invitación a mantener el camino hacia el 2031 para celebrar 500 años del Acontecimiento Guadalupano, y el 2033 para celebrar 2000 años de la Redención de Jesucristo.
Setenta años después, el CELAM sigue diciendo ‘nosotros’. No ‘yo’, no ‘ustedes’, no ‘los de antes y los de ahora’. Ese ‘nosotros’ es su mayor riqueza. Porque en tiempos fragmentados, una Iglesia que todavía se atreve a pensar y discernir en común, sigue siendo una buena noticia para el continente y para el mundo.
Lo que vi esta semana:
En imágenes de la Asamblea del CELAM, al señor cardenal don Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, como testigo del camino recorrido y siempre entusiasta por el camino a recorrer.
La palabra que me sostiene:
“Tenemos urgente necesidad de recordar que es el Resucitado, presente en medio de nosotros, quien protege y guía a la Iglesia reavivándola en la esperanza”. (Telegrama del papa León XIV al CELAM, 2025)
En voz baja:
Haznos comunidad, Señor, incluso cuando no pensemos igual.