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Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Serpiloma en Navidad


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Hay palabras que nacen porque el lenguaje conocido se queda corto. Serpiloma es una de ellas. Brota del Evangelio, de esa frase tan incómoda como luminosa donde Jesús invita a ser mansos como palomas y astutos como serpientes. Dos imágenes que, juntas, tensan el alma y la despiertan.



La paloma evoca mansedumbre. Y aquí conviene detenerse, porque la mansedumbre suele confundirse con debilidad, resignación o silencio forzado. Nada de eso. La mansedumbre de la paloma apunta a otra cosa: a no ceder a la rabia que irrumpe cuando somos víctimas del abuso, de la mentira, de la violencia sin escrúpulos. Apunta a no responder al mal con el mismo veneno, porque ahí el daño se multiplica y el círculo de la venganza se vuelve infinito. La mansedumbre custodia el corazón para que no se endurezca.

Elegir el amor

Ser manso significa elegir, una y otra vez, aun en decisiones pequeñas, el amor, la bondad, la verdad, la libertad y la justicia. Significa caminar con paz interior, no porque la vida sea fácil, sino porque hay una entrega confiada al Señor. La mansedumbre no anula el dolor: convive con la tristeza, el temor y la incertidumbre. Lo que cambia es el lugar desde donde se responde.

Ahora bien, Jesús no se queda en la paloma. Agrega la serpiente. Y ahí aparece la otra mitad de serpiloma. La mansedumbre no está emparentada con la ingenuidad ni con dejarse pasar por encima. La astucia de la serpiente habla de lucidez, de realismo, de inteligencia ética. Habla de cuidar la vida y el bien común con decisión.

Paloma Paz

Ser astutos implica poner límites claros y hacerlos respetar. Implica diseñar procedimientos, protocolos y resguardos que permitan detectar trampas y detener el avance del mal y de la mentira. Implica crear leyes y políticas justas, eficaces, que sancionen a quienes dañan a otros y protejan a los más frágiles. Implica también apostar con fuerza por la educación y por oportunidades reales, especialmente para quienes suelen convertirse en presa fácil de los poderosos y violentos.

Unión tensa y fecunda

La serpiente no contradice a la paloma. La sostiene. La vuelve encarnada. Sin astucia, la mansedumbre se diluye; sin mansedumbre, la astucia se vuelve cálculo frío. Serpiloma nombra esa unión tensa y fecunda.

En Navidad, esta clave se vuelve especialmente elocuente. En el nacimiento de Jesús hay ternura desarmante: un niño que irrumpe como paloma en nuestra alma. Y hay, al mismo tiempo, una sabiduría profunda: el Salvador que conoce la condición humana desde dentro y enseña a navegarla con inteligencia y valentía. No para huir del mundo, sino para transformarlo.

Serpiloma invita a vivir así: con un corazón pacificado y una conciencia despierta; con manos abiertas y mirada atenta; con fe que no se evade y con lucidez que no pierde el alma. Ahí, en esa síntesis exigente, el Reino comienza a tomar forma aquí, en la tierra.