MIÉRCOLES
Catedral de Teruel. Presentación del libro ‘¿No es este el carpintero?’ (PPC). Luis Arturo Giménez acompaña a Jesús. Hasta el abrazo del madero. Relatos, poemas e ilustraciones que no pueden beberse de corrido. Son para reposar. Para saber identificar a esos segundones. Esos que no cuentan. A los que aún se mira de arriba abajo cuando se asoman por el dintel de algún templo o por algún foro eclesial, pero que eran los preferidos de Aquel que nació en Nazaret, pero que bien podría haberse criado en Albarracín.
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JUEVES
Encuentro con el clero. De tú a tú. Una analítica de la salud diocesana es la capacidad para aglutinar a los curas más allá del tema o del ponente que se deje caer por la sala. Me asombra. Solo faltan los que andan pachuchos. Dice mucho del esfuerzo de todos y cada uno por una comunión real que se cae de las manos si solo se predica. Dice mucho del pastor que cuida del rebaño. De todos, todos, todos.
VIERNES
Cantalapiedra. Las clarisas derraman todo su perfume para celebrar que su templo se erige en santuario del Corazón de Jesús. Convento salmantino que es uno de esos oasis vocacionales contemplativos que interpelan.
LUNES
Congreso Marianista de Educación. Zaragoza. Pedro Huerta toma la palabra. Para traer al presente a Domingo Lázaro. Su pedagogía, lejos de caducar, se torna innovadora. “Yo debo respetar la personalidad del niño: mi mérito consiste en insinuarme discreta y respetuosamente, en facilitarle el trabajo de su propia educación”. Y el trinitario suma de su cosecha: “En tiempos en los que muchas propuestas educativas tienden a uniformar, a reducir, a colonizar el interior de los jóvenes con discursos cerrados… la ‘propuesta Lázaro’ sigue siendo profundamente subversiva”. Ser subversivos es educar. Ser subversivos es ser Evangelio.
MARTES
Auditorio de la capital mañana. “¿Cuántas veces has visto un billete de diez euros? ¿Podrías dibujarlo?”. Lo suelta Héctor Ruiz. Incapaz de contestar. Ni aun cuando me ofrecieran tres posibilidades para elegir una. Lo reconoces, sabes su valor, pero pocos pueden distinguir los elementos que lo componen al detalle, las imágenes que aparecen. La memoria fotográfica se pierde en favor de la memoria del significado y el sentido. Hágase mirar. Quizá de un billete de 500 euros sí me acordaría…