Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Saborear con intensidad


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Hace unos días que estuve compartiendo el día con una comunidad de Granada. Algunos miembros de ese grupo cristiano eran sordos y, a mi lado, tenía a una traductora a lenguaje de signos que iba convirtiendo mis palabras en gestos, movimientos y vocalizaciones sin sonido con una expresividad asombrosa.

La presencia de Luisa junto a mí me hacía sentir un poco Rozalén, que también canta con una traductora a su lado que hace partícipes de sus canciones a quienes pueden sentirlas pero no escucharlas.

Expresar mejor

Más allá de lo novedosa de la experiencia para mí, hubo algo que disfruté de modo especial. Cuando doy retiros o cursos me gusta utilizar canciones que, con frecuencia, expresan mucho mejor que yo aquello que quisiera transmitir.

Pues Luisa, que no conocía previamente nada de lo que yo iba a decir o emplear, cerraba los ojos al comenzar la música y, al ritmo de la melodía, iba transmitiendo la letra. Mientras ella se entregaba con pasión a esta tarea, yo estaba embobada admirando el modo en que se metía en la canción y la sentía con todo el cuerpo.

Me dio por pensar que, con frecuencia, nos falta saborear con intensidad las cosas cotidianas, degustarlas con la misma entrega con la que esta mujer se sumergía en las canciones. Quizá entonces podríamos, también como ella, expresar con todo lo que somos aquello que hemos gozado.