Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

Saber lo que queremos


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Una de las características del “homo economicus” o como a mí me gusta denominarla “mentalidad economicista” es tener claro lo que queremos, lo que nos gusta, lo que es bueno para nosotros y, por supuesto, lo contrario, lo que nos desagrada, lo que no nos ajusta, lo que es negativo para nosotros. Esto nos permite establecer nuestra escala de prioridades y preferencias y poder optar siempre por aquello que nos va mejor.



Se nos dice que tener claro lo que nos gusta es una manera de cuidarse que nos permite alcanzar mejor el ansiado bienestar que todos buscamos. La espiritualidad economicista nos recuerda que esto es importante, conocerse y quererse a sí mismo es la mejor manera de alcanzar este bienestar, tener claras nuestras preferencias, lo que queremos y no queremos es clave para poder elegir aquello que nos va a llevar a una mayor felicidad.

Para alcanzar este nivel de conocimiento propio, los procesos de introspección y de interiorización nos ayudan. Hay que entrar en uno mismo, conocerse, ser consciente de cómo se es, mirarse, remirarse, analizarse y pensarse. Para el economicismo, aquellas que no tienen claro lo que quieren, lo que les gusta y sus preferencias, son personas que no se quieren a sí mismas y, ya se sabe, amarse a una misma es la base del amor a los demás.

Sin embargo, esta manera de entender el amor a uno mismo produce más sufrimiento que plenitud. Porque pretender que todo ajuste a aquello que creemos que es mejor para nosotros, no solo es imposible, sino que además nos cierra al otro, a lo otro y nos hace exigentes con nuestro entorno.

La lucha para que la realidad se acomode a aquello que queremos es una labor titánica. Los elementos que se nos escapan son tantos que nos es imposible que todo encaje con lo que nosotros deseamos salvo que nos repleguemos a una vida solitaria centrada en nosotros y, ni aún así lo conseguimos del todo.

Exigentes e insatisfechos

El excesivo auto-conocimiento, los procesos de introspección, la interiorización destinada a establecer nuestras preferencias y nuestra manera de ser para controlar nuestro entorno nos acaban generando un sufrimiento exagerado y una insatisfacción continuada. Porque nunca vamos a lograr que todo se ajuste a lo nuestro, que todo sea como nosotros desearíamos, porque siempre estaremos luchando contra una realidad que nos desborda.

Además, siempre vamos a pedir compensación al otro y a lo otro. Pediremos que nuestras relaciones sean equitativas, querremos recibir algo equivalente a lo que nosotros estamos dando. Sentiremos con frecuencia que damos más de lo que recibimos y que somos injustamente compensados por el otro y lo otro.

Saber lo que queremos nos hace exigentes y buscadores eternos de algo más, porque nunca la existencia va a ajustarse plenamente a nosotros y los otros son algo más que personas que utilizamos para nuestro propio bienestar.