Romper la espada, renunciar a la victoria: cuando el pueblo esculpe e interpreta


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Tan acostumbrado está uno de ver “sanmigueles” con esas caritas de no haber roto un plato, tan angelicales (o arcangelicales) mientras espada en ristre muestran sus diversas variantes exterminadoras (con espada o lanza, con escudo o sin él, con o sin balanza, con el diablo cornudo o sin cornamenta…) que haber tenido la oportunidad de ver la escultura de San Miguel de Ad Wouters en la Iglesia del mismo nombre en Lovaina, me resultó más real, y mucho más cercano.

La escultura, ciertamente, representaba al santo. Había arcángel, había diablo y además el diablo (representado por un dragón) estaba muerto. Pero aquí acababa toda similitud con la iconografía tradicional. El diablo tenía un rostro lastimero, que inspiraba más pena que miedo.

miguel Wouters

No tenía sobre su cabeza la bota de San Miguel como sucede en otras esculturas en las que se quiere dejar claro quién gana y quién ha sido derrotado . No había balanza. El San Miguel de Wouters no tenía coraza, no era un justiciero, había roto su arma… y estaba desnudo.

“Matar no es la solución”

Su autor nos dice: “He querido representar a San Miguel como un hombre joven en el momento en que se da cuenta de que matar no es la solución. Reflexionando sobre lo que ha hecho se encuentra en una encrucijada vital. Está de pie, desnudo porque su desnudez expresa vulnerabilidad y un posible cambio de rumbo en su vida. Él es consciente de ello y por eso rompe su espada. Ya no quiere matar más. Matar no es la solución. Las armas deben ser convertidas en herramientas que sean útiles a la humanidad y ayuden a erradicar la pobreza. San Miguel quiere la paz”.

Lo importante, además del mensaje profundamente humano que nos quiere hacer llegar Wouters con esta interpretación, es el hecho de que este relato alternativo haya tenido cabida en el templo. ¿Cundirá el ejemplo? ¿ Se atreverá alguien a hacer lo mismo con Santiago apodado el “matamoros” o “mataindios”?