Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Rezar y transformar


Compartir

Cuando las democracias son amenazadas y los pueblos desesperan, debemos reunirnos a rezar para resistir y actuar. Un pueblo que reza unido a Dios sabe que hay algo mucho mayor que sus intereses, sus conflictos y sus miedos. Los que rezan juntos sienten que hay un bien que les trasciende, una verdad a cuya búsqueda pueden confiarse, una belleza que les puede consolar de cualquier horror. Cuando un pueblo se reúne para rezar, echa sus raíces en las fuentes más profundas de la condición humana y el origen de todo lo bueno. Al rezar a la vez, nos disponemos a relacionarnos con el misterio, y eso nos hace pacíficos y humildes. Rezar nos proporciona mirada histórica y paciencia.



Rezar juntos nos abre y nos entrega al Otro y a cada uno de aquellos con los que oramos; y, especialmente, con enorme amor y deseo de mayor amistad hacia aquellos con los que no oramos. Quienes oran juntos se unen a toda la humanidad y, de un modo especial, a la más vulnerable. Si rezamos, estamos en las periferias.

Orar no nos distrae

Cuando el pueblo se une en oración, nunca puede ser opio ni adormidera, sino, por el contrario, despierta a una conciencia mucho más honda, extensa y viva de todas las cosas. Orar no nos distrae, no paraliza, no desvía del compromiso, no amuerma la acción, sino todo lo contrario: el pueblo que reza, siempre camina. La oración hace al pueblo creativo, da fuerza, aclara el horizonte, confiere esperanza para ser sabio y tenaz en la construcción del Reino.

Preso_oracion

Rezar da mayor profundidad a las ideas, aviva todas las celebraciones, pone delante a los más pobres, da consistencia a los proyectos, nos libera de pequeñeces, nos hace capaces del perdón y la reconciliación, hace sostenibles las organizaciones. Rezar juntos es el acto más transformador que podemos hacer para cambiar la realidad.

Lea más: