Un estudio publicado en 2021 hizo más probable que sea cierto que quienes contemplan las venus paleolíticas piense que en una mayoría de casos son mujeres embarazadas. Publicado en la revista ‘Obesity’ —y dado a conocer en una información previa de 2020—, sostiene que estas pequeñas estatuas fácilmente portables transmitieron un nuevo fenotipo idealizado de mujer embarazada. Es una noticia que acentúa la urgencia de centrarla atención en el embarazo como oportunidad para repensar el vínculo humano.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
El hipercapitalismo del movimiento NoMo
En el siglo XXI no solo es menos probable el embarazo, sino que incluso se estigmatiza desde el mundo laboral. Recientemente se han hecho públicos testimonios de madres que se arrepienten de haberlo sido y hacen apología del movimiento NoMo —acrónimo de No Mother— surgido tras la crisis económica de 2007. El embarazo es diana del hipercapitalismo ya que la mayor parte de la desigualdad que sufren las mujeres en el trabajo está relacionada con su condición o posibilidad de maternidad. A la economía neoliberalizada le interesa trabajadores sin familia de la que cuidar o que le retraiga de una entrega absoluta a la producción. Para el hipercapitalismo, el embarazo es disfuncional y en una sociedad tan extremadamente mercantilizada como la del siglo XXI, las fuerzas deformación profesional, trabajo y consumo tienen una descomunal fuerza de conformación de nuestras vidas, incluso en sus aspectos más íntimos que afectan al amor, la vida e incluso la muerte.
Por eso la noticia de que las venus del Paleolítico son mujeres embarazadas, nos hace pensar en la centralidad que ha llegado a tener para la sociedad el mayor misterio de la alteridad y de la vinculación entre seres humanos, que es la condición gestante. En un tiempo en el que casi todo el planeta está sufriendo la gran desvinculación, la consiguiente polarización y se pierde el sentido de fraternidad. Estamos llamados a repensar con mayor profundidad el vínculo humano y la dignidad infinita que se entraña en él. Y en ningún otro fenómeno hay tanta unión entre seres humanos como en la gestación.
De hecho, ya existe un movimiento mundial que está repensando todo el fenómeno perinatal, desde la concepción hasta el periodo neonatal. En cierto modo conecta con aquel otro momento inmemorial en que los seres humanos, atravesando un tiempo de hostilidad e intemperie, concentraron toda su atención en el embarazo, como nos lo manifiesta su arte.
Proteger el embarazo
Las famosas figurillas de Venus paleolíticas que dominaron el imaginario escultórico de la figura femenina proceden con mayor probabilidad de yacimientos que durante el gélido periodo de la edad de hielo estaban más cerca de los frentes glaciares. Conforme las poblaciones están más distantes del mundo glaciar, disminuye drásticamente la presencia de esas obesidades y las representaciones son más delgadas.
Las figuras obesas son muy poco frecuentes en el imaginario esculpido de los pueblos más nómadas, sin embargo, se hicieron comunes entre las poblaciones cazadoras-recolectoras del norte europeo durante la glaciación. Esas representaciones no correspondían a las mujeres de esos pueblos ya que, por el contrario, los estudios forenses muestran que su peso medio estaba muy lejos de dicha obesidad. También destaca otra característica que hace que se aleje de la hipótesis de que se estén haciendo imágenes naturalistas: las venus están desnudas en medio de un mundo con temperaturas medias de 6 grados centígrados negativos. Cuando en aquella época representaban a los varones, no lo hacían con grosores semejantes, sino que eran modelos delgados y alargados, como el cazador-recolector medio.
Al considerar el conjunto de venus paleolíticas halladas hasta el momento, se descubre que la mayor parte de ellas fueron realizadas durante el periodo en que las temperaturas medias en los frentes glaciares sufrieron un descenso por debajo de menos 10 grados, lo cual castigó a los grupos humanos con una reducción a tan solo un tercio de su población. Se reducía el periodo de recolección de vegetales, el número de presas se redujo drásticamente hasta que la evolución estabilizó una adaptación al nuevo medio ambiente y la caza se hizo más impredecible.
Algunos sectores de la población debieron enfrentar situaciones más agudas de estrés alimentario, como fueron quienes estaban enfermos, los mayores y, especialmente las mujeres durante el periodo de gestación y amamantamiento. Las figurillas fueron talladas durante ese periodo de grave escasez nutricional.
Defender la maternidad con nuestros cuerpos
Johnson, Lanaspa y Fox estudiaron el conjunto de venus —excluyendo aquellas en las que el soporte original excluía la posibilidad de realizar figuras obesas, como las realizadas con astas de cérvidos— y se sostiene que las figuras no son o no solamente son divinidades de la fertilidad, sino que cumplen una función relativa a la adaptación al enfriamiento climático. Las estatuillas se centran en la representación ventral y pectoral de las mujeres, y tienen acentuados sus órganos sexuales. La hipótesis de Johnson, Lanaspa y Fox es que las estatuillas transmitían una información crucial para las mujeres que se embarazaban: debían acumular la mayor cantidad posible de reservas en su cuerpo para poder sobrevivir a la gestación y nutrición de sus hijos. Los tamaños de los modelos y la frecuencia de la fabricación de estas estatuillas aumentaron conforme el frío se hizo más adverso.
Las figuras venusianas estaban comunicando una información de vida o muerte que contradecía el perfil medio de las poblaciones recolectoras-cazadoras: las jóvenes que afrontan el embarazo —en una situación en que, además, la alta mortalidad infantil requirió un mayor esfuerzo de reposición intergeneracional— debían seguir otro ideal físico, que estaba perfectamente representado por las nuevas venus.
El aumento del volumen proporcionaba mucha mayor seguridad de los niños gestados frente al frío por el aislamiento que acumulaba la grasa, y también facilitaba mayores reservas de energía que poder quemar cuando las condiciones del embarazo más grávido impedía el ejercicio físico necesario para la supervivencia del modo de vida recolector-cazador. Además, obviamente ponía muchos mayores nutrientes al servicio de la alimentación de los niños en gestación o amamantamiento, y de la supervivencia de las madres en ese tiempo de enorme esfuerzo. En su conjunto, las reservas de la alta obesidad permitían una mayor estabilización de la nutrición en periodos de tan alta impredecibilidad sobre la disponibilidad de alimentos.
La dureza de las condiciones polares requería que el destete de un niño se prolongara hasta requerir dos periodos invernales por niño. Johnson, Lanaspa y Fox calculan que, si normalmente las mujeres en condiciones modernas necesitan un aumento medio del 22% de grasa corporal para hacer sobrevivir un embarazo, en circunstancias árticas como las del norte paleolítico las mujeres habrían necesitado incrementar su peso una media de 16 kilogramos a riesgo de no poder soportar el embarazo o que se corte el flujo lácteo.
Las Venus paleolíticas son en realidad Tawerets paleolíticas
Las figurillas de venus son, por tanto, mujeres embarazadas, preparadas para serlo o que han experimentado un parto reciente. Son figuras maternales alrededor del embarazo que tuvieron la función de transmitir un nuevo ideal de reserva nutricional en los cuerpos, la procura de la acumulación de recursos para poder gestar y hacer sobrevivir a los recién nacidos en el periodo neonatal. La desnudez permite informar mejor sobre el ideal de acumulación de grasas y por ello las figuras detallan sobre todo el tronco de la anatomía y prescinden de rasgos faciales.
Concluyen los autores que “durante este período, las figurillas surgieron como una herramienta ideológica para ayudar a mejorar la fertilidad y la supervivencia de la madre y los recién nacidos. Por lo tanto, la estética del arte tuvo una función importante al enfatizar la salud y la supervivencia para adaptarse a las condiciones climáticas cada vez más austeras” (p.15). Las venus eran en realidad maternidades paleolíticas, lo cual hubiera hecho más apropiado que llevaran el nombre de la diosa embarazada egipcia llamada Taouret, Taweret o —en griego clásico—Tueris, la Grande, Señora del horizonte y Dama de la Casa del Nacimiento.
Podríamos añadir que, si además esas figuras cumplían una función religiosa, la transmisión de dicha enseñanza se vería cualitativamente reforzada. El embarazo se convertía así en un periodo epifánico en el que el propio cuerpo debía ser convertido abruptamente en un gran huevo y nido que hiciera posible la vida. Las figuras de venus se convirtieron así en la más antigua representación del embarazo como la experiencia donde se jugaba toda la vida.
Referencia:
- Johnson, Richard J.; Lanaspa, Miguel A. & Fox, John W. (2021). Upper Paleolithic Figurines Showing Women with Obesity may Represent Survival Symbols of Climatic Change. Obesity, 29(1) 11-15.