Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

¿Quién seré después del confinamiento, del Covid, del coronavirus y demás…?


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Hay artículos, incluso colecciones de artículos, en los que se aborda el qué será después. La vida, una vez más, queda ocultada. Como se oscurece también la pregunta sobre el Bien, sobre el sentido, sobre la Verdad, sobre Dios, como irrelevante para muchos.



A “los muchos”, por mucho que digamos, todo esto ha pasado sin tocarles. Quizá les ha rozado un poco, tocado sus circunstancias; siguen adelante. Pero lo que ha sucedido, ni lo han llorado, ni les ha cuestionado. Como tampoco “el hambre”, “la desigualdad”, “la ignorancia”, “la sumisión-esclava”, “la violencia del otro”, “la exclusión”. Muchos males asolaban ya el mundo, pero un virus fue capaz de pararlo todo. Y dejar en paro y sin recursos, a tantas y tantas familias. El mal de antes, ¿no contaba para nada? Porque España creó hace poco numerosos Ministerios “salvíficos” de los que nadie tiene noticia, salvo que se esfuerce en saber algo.

Estos, “los muchos” (en Heráclito ya se encuentra su pista, en Qohelet y Eclo), desean volver cuanto antes a lo de siempre, a lo de antes, y saben que no será igual. “Los muchos” se preguntan mucho, muy hacia a fuera de sí, muy exteriormente, por las circunstancias en las que estarán y qué será de “ellos” en todo esto. Y, aunque planeó la oportunidad de la pregunta radical por la vida, la de otros y la suya, no la acogieron. Tinieblas extensas, que sobreviven y desean el mundo, frente a “la Palabra” y “la Luz” que se rechaza.

De verdad, ¿no te has enterado de lo que ha pasado? ¿No lo has vivido? ¿Hace falta que sea “de cerca”, “muy de cerca”?

A verlas venir

Al Occidente construido sobre el cristianismo, con esas raíces que tanto ponemos de manifiesto, parece que todo le da igual, que ha caído en el relativismo protagórico: “Yo soy la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son”. Al tiempo que, sin sacudirse ningún tipo de contradicción, los datos “más científicos” la dan exactamente igual. Ideológicamente en una situación, vivencialmente a verlas venir. Algo así como, si llega a tocarme, quizá me entere y preocupe de algo. Mientras tanto, presumiré cobardemente de una “guerra” (lenguaje bélico ha sobrado, y muchos lo han dicho) de haber pasado de esto, sin confesar que permanecí atrincherado sin dar ningún paso al frente.

Si semejante situación global, vivida en Occidente como nunca, no consigue despertar algún tipo de conciencia personal, todo habrá sido para nada. Se seguirá ociosamente adelante, dispuesto a todo, en mayor competitividad (está por ver y sufrir).

San Ignacio no aceptaba en sus ejercicios al primero que quería vivirlos. Se tomaba su tiempo y dialogaba con ellos, no pocas veces para rechazar su disposición inicial. Y este confinamiento, que ha venido sobre todos, nos confirma su sabiduría: no todos están dispuestos a afrontar las preguntas últimas, aunque les den la oportunidad, ni aunque quieran hacerlo.

¿Quién seré, quién serás después de todo esto?

El quién eres tú, soy yo. Seas viejo y con sabiduría, joven sin haber pensado más allá de ti mismo.

Estos días, cuestionaba a mis alumnos sobre el principio de “participación social” que la DSI establece como fundamental. ¿Qué será el mundo que nos rodee, en el que vivíamos? En gran medida, por no decir en toda media, aquel que seamos capaces de crear. Pero la mayor parte de personas se reserva para sí la oportunidad de participar en un tiempo, en un mundo nuevo con su acción pacífica y comprometida.

Parece que el siglo XX no nos enseñó nada. Como no lo vivimos, es como si no tuviéramos nada que aprender.