Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Qué problema hay con el diaconado femenino?


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El documento

Analizando el documento de síntesis de esta primera parte de la asamblea del Sínodo sobre la sinodalidad llama la atención, dentro de las múltiples cuestiones abiertas que recoge, que la del diaconado femenino sea una de las que de entrada contiene un mayor número de rechazo entre los participantes con derecho a voto, si bien todos los números del texto han sido aprobados por más del 80% de los sinodales.



“Se han expresado diferentes posturas sobre el acceso de las mujeres al ministerio diaconal. Algunos consideran que este paso sería inaceptable, ya que estaría en discontinuidad con la Tradición. Para otros, sin embargo, conceder a las mujeres el acceso al diaconado restauraría una práctica de la Iglesia primitiva. Otros ven en este paso una respuesta adecuada y necesaria a los signos de los tiempos, fiel a la Tradición y capaz de encontrar eco en los corazones de muchos que buscan una renovada vitalidad y energía en la Iglesia. Algunos expresan el temor de que esta petición sea expresión de una peligrosa confusión antropológica, acogiendo con agrado que la Iglesia se alinee con el espíritu de los tiempos”. Este dice el apartado J del punto relacionado con la participación de la mujer en el Iglesia, el número más rechazado con 69 votos negativos.

Sin salirnos de ese capítulo, en este mismo apartado 9, se encuentra también el segundo punto más rechazado. Con 67 votos negativos se intentan cerrar las posibles opciones de las mujeres que accedan al diaconado ya que se recomendaba seguir profundizando en ello a partir de la comisión formada por el papa Francisco en 2016 y que entregó su informe a finales de 2018.  Por ello se espera que se pueda aportar mayor luz sobre la propia teología del diaconado para la próxima asamblea, aunque esta reflexión que se recoge en el punto 11, dedicado a la identidad de los diáconos y presbíterostambién encuentra rechazos significativos.

La problemática

A lo largo de los últimos años en las páginas de Vida Nueva y entre los materiales de esta web se ha afrontado la cuestión del diaconado femenino desde distintas perspectivas. Más allá de la cuestión del poder y la organización jerárquica –o incluso la meramente funcional– de la Iglesia, este tema va más allá que del igualitarismo entre varón y mujer ya que tiene matices muy ricos a la largo de la historia de la teología de los ministerios y de la praxis eclesial en la que se va cristalizando la tradición.

Y es con estar últimas armas con las que la asamblea sinodal decidirá sus recomendaciones, aunque no sean los criterios para elegir tal o cual titular periodístico. Por eso el encargo de la comisión en 2016 partía del estudio de la cuestión en la Iglesia antigua, algo estudiado ampliamente en el ámbito católico por un buen número de expertos en el siglo XX en torno al Vaticano II, especialmente en el ámbito norteamericano y alemán –donde un sínodo celebrado en Würzburg en 1975 remitió al Vaticano un informe teológico en el que se pedía reinstaurar, de alguna manera, el diaconado femenino sacramental–. Por resumir, los estudiosos del papel de las diaconisas en las primeras comunidades cristianas, en las tradiciones orientales o su deriva en el papel de algunas consagraciones de abadesas en la Edad Media… siempre se han debatido en la sacramentalidad o no del ministerio.



Lógicamente, la cosa no está tan clara ya que en algunos casos las diaconisas de la antigüedad parecen estar vinculadas a grupos minoritarios y heterodoxos, en otros casos el ejercicio del ministerio parece reflejar a la perfección la encomienda hecha a los primeros diáconos en los ‘Hechos de los apóstoles’… o incluso el papel de santa Febe de Céncreas, en Corinto, a la que Pablo alaba en la carta a los romanos. Y ya si nos movemos en el ámbito de la amplitud de tradiciones litúrgicas de los primeros siglos parece confirmado el carácter sacramental –aunque hay quien distingue que sería más como un sacramental que como un sacramento– del diaconado femenino. Esto lo saben bien quienes formaron parte de la comisión de Francisco ya que había teólogos abiertamente favorables y otros públicamente contrarios.

Ahora bien, más allá del pasado siempre sería posible proponer un ministerio femenino de nueva creación en la medida en que lo permitiera la teología del diaconado ya que ha quedado claro que hoy en día las mujeres en la Iglesia llevan adelante funciones inimaginables en las primeras comunidades. En este sentido se puede restaurar un diaconado femenino no sacramental en línea con las mujeres adminitidas a los ministerios del lectorado o el acolitado –y al nuevo ministerio del catequista–. Otro camino sería la instauración –para algunos, reinstauración– de un diaconado sacramental femenino con la limitación del acceso al presbiterado y el episcopado, fortaleciendo así la teología del diaconado que ha ido creciendo en las últimas décadas gracias a la existencia de los diáconos permanentes. Otra tercera vía, que el documento sinodal no se atreve aún a explorar, es la de no quedar es un diaconado sacramental femenino, sino que contemple el posible acceso de las mujeres también al ministerio presbiteral y episcopal, moviéndonos entonces en una relectura de la teología del orden sacerdotal. Estas perspectivas que se abren –y no he querido entrar en lo que supone para la vida consagrada femenina– hacen que la cuestión no sea menor y que por ello genere reticencias. En cualquier caso, no estamos solo ante una cuestión sociológica.