Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

¿Qué piensas de la “Revuelta de mujeres en la Iglesia”?


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De un modo u otro, llevo días hablando con personas sobre esta situación. Tengo mi opinión y conozco a varias de las “abanderadas” que salen en las fotografías y seguramente a muchas personas que están a su alrededor. Comparto “alegremente” (palabra que nos debería engarzar con el Magisterio como nunca antes en la historia) algunas opiniones.



Me siento un privilegiado, todavía hoy, de hablar con unos y otros seriamente sobre estas cuestiones. Sé bien que no será así siempre. Ley de vida.

Pepa Torres, en un momento de la concentración

Pepa Torres, en un momento de la concentración

  1. La situación de la mujer ha cambiado drásticamente en el último siglo. “Situación” en todos los sentidos. Se han dado pasos en todos los ámbitos, también en la Iglesia. Pero no han sido recibidos como suficientes. Creo que hacemos mal no hablando de poder, de toma de decisiones, de liderazgos. Como cristianos, se plantea todo desde el servicio, pero sabemos lo que hay sinceramente. Estas cuestiones de poder tienen mucha relación con la autonomía, con la libertad, con la capacidad de construcción de comunión. No olvidemos que la Iglesia no se fundamenta en la servidumbre de unos sobre otros, sino en la entrega de unos hacia otros. ¿Quién pone el límite a las formas de la entrega? ¿El que murió en la Cruz? ¿El Espíritu Santo que confesamos vivificador y actuante en católicos, cristianos, creyentes y no creyentes?
  2. Creo escuchar, en ciertos diálogos, cuestiones de estructura y cuestiones personales. No sé bien qué asusta más. La estructura tiene su ritmo y sus cimientos, meterse en ellos no resulta tarea fácil. Es muy costoso por el trabajo que supone y por lo que hay que conocer en el propio trabajo. Pero cuando hablamos de persona a persona, en el caso cristiano, toda cobra mayor dimensión y no menor, como algunas veces se hace entender. En muchos diálogos aparece nombrado Dios, aparece Dios en la historia, aparece Dios como llamada. Creo sinceramente que algunas mujeres en la Iglesia, con enorme formación o sin ella, están escuchando la voz de Dios.
  3. Con todo, no me parece apropiado el enfrentamiento, las luchas que se establecen, los conflictos acusadores. Algunas veces pienso que seguimos esquemas en los que se reproducen estrategias y tensiones que no provienen del Evangelio. Otras veces pienso, muy sinceramente, que parece que no queda otra oportunidad para ganar visibilidad y centrar la mirada de toda la Iglesia y el mundo. Me preocupa especialmente la segunda parte, que no se gane visibilidad hoy sino poniendo al mundo en alerta. Porque quiere decir y pone de manifiesto, que ciertos diálogos “ad intra” han sido insuficientes, de alguna manera, por alguna de las partes más involucradas. ¿Mostramos que no somos capaces de dialogar siquiera con nosotros mismos, en familia?
  4. En mi reflexión personal, y en lo más próximo, la mujer habla por sí misma, está en puestos de responsabilidad y habla de “tú a tú” (no como enemigo, sino desde la sororidad o fraternidad a los suyos). En mi entorno esto es un hecho. Y seguimos adelante, con el regusto histórico de una posibilidad endeudada por la historia. Ahora bien, no significa, en absoluto, que ellas lo vivan tan bien, ni siquiera que sean capaces de celebrarlo. A los conflictos habituales de su puesto, se añade, y es así, que son mujeres, y se plantea todavía como algo diferencial. No me parece que sea una victoria total, pero sí un claro movimiento. Insuficiente, pero haciendo historia sin marcha atrás.
  5. Igualmente considero que no es reductible la cuestión a un debate sobre la jerarquía, que lo cambiaría todo de un plumazo, pero no sé dónde llegará. Vislumbrando el paisaje, en moral general (y personal), en dogmática, en exégesis, en espiritualidad, en teología en cualquier ámbito, no cabe un estudio profundo sin escuchar voces de mujeres, que sin duda han y siguen trabajando duramente, como si esto fuera una empresa, por hacerse valer. Este empeño dará su fruto indiscutiblemente. Sobre todo si tienen conciencia de su situación y no se pliegan, llegado algún momento, a complacencias. El cambio ha comenzado.

Comparto la insatisfacción que produce. Lo siento. Pero hay movimiento. Mi pregunta en este caso, no en otros probablemente, es desde dónde y no hacia qué. El fin está definido, ¿cuál es el fundamento? Si es Dios, y somos capaces de discernirlo en Iglesia, adelante y dialoguemos para responder con la vida.