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¿Qué dice la Biblia de la masturbación?


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Hace unos días, la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez Pam, dijo en un coloquio que le resultaba “escandaloso ese 75% de niñas y chicas jóvenes en nuestro país que dicen: ‘Prefiero la penetración antes que la autoestimulación’”. Obviamente, “estimulación” era un eufemismo de “masturbación” (¿le parecía a Rodríguez Pam un término poco elegante o acaso estaba pensando en alguna clase de adminículo?). Independientemente de la opinión que merezca la afirmación de la secretaria de Estado, ¿dirá la Biblia algo con respecto a la masturbación?



Algunos estudiosos consideran que podría haber alguna alusión al asunto en el siguiente pasaje: “Cuando salgas a campaña contra tus enemigos, cuídate de cualquier acto malo. Si hay alguien entre los tuyos que, por polución nocturna, no está puro, saldrá fuera del campamento y no volverá a entrar en el campamento hasta que, al caer la tarde, se lave con agua; y así, al ponerse el sol, volverá al campamento” (Dt 23,10-12). Pero no deja de ser una interpretación.

“No cometerás actos impuros”

Tampoco hay ninguna alusión a la masturbación en el pasaje de Gn 38 donde se habla de Onán, hijo de Judá, a pesar de que “onanismo” sea un término para aludir a la masturbación (aunque también significa “interrupción del acto sexual o coito antes de producirse la eyaculación, para evitar la fecundación”). Así dice el texto: “Judá tomó una mujer, llamada Tamar, para su primogénito Er. Pero Er, primogénito de Judá, desagradaba al Señor, y el Señor lo hizo morir. Entonces dijo Judá a Onán: ‘Cásate con la viuda de tu hermano, cumpliendo con tu obligación de cuñado, y procúrale descendencia a tu hermano’. Pero Onán, sabiendo que la descendencia no iba a ser suya, cuando cohabitaba con la viuda de su hermano, derramaba por tierra, para no procurar descendencia a su hermano. Desagradó al Señor lo que hacía y lo hizo morir también” (Gn 38,6-10).

¿Qué dice la Biblia de la masturbación?

Hoy día, en la Iglesia, la masturbación se cobija bajo uno de los mandamientos del Decálogo: “No cometerás adulterio” (Ex 20,14; Dt 5,18), pero reformulado en su versión “catequética” o “pastoral”, que permite una interpretación lo suficientemente amplia: “No cometerás actos impuros”. No obstante, los moralistas tienen muchas cosas que decir al respecto. Porque, al final, siempre hay que interpretar.