¿Por qué se pide dinero en la misa?


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Todos estamos viviendo en nuestras carnes, de una manera u otra, las repercusiones que está teniendo en nuestra vida la pandemia de coronavirus: las mascarillas, la separación física, algunas colas en establecimientos comerciales, etc. También la vida litúrgica se ha visto sometida a algunos cambios. Uno de ellos es el que tiene que ver con las colectas.



En efecto, en las eucaristías, las colectas se han suspendido, al menos tal como se llevaban a cabo antes de la llegada del Covid-19. En la parroquia donde celebro la eucaristía cada domingo durante estos últimos tiempos, la colecta se ha movido de sitio: ya no se pasa el cestillo en el momento de la presentación del pan y el vino, sino que se hace una vez que acaba la misa, cuando los fieles salimos a la calle (junto con un toque de gel hidroalcohólico que gentilmente ofrecen unas voluntarias).

Evitar los contagios

Evidentemente, el hecho tiene una razón higiénica: para evitar en lo posible contagios por el uso de monedas o billetes. Por eso está bien que se haga así. Sin embargo, aquí el orden de los factores sí altera el producto, ya que arrancar la colecta de un lugar central en la liturgia eucarística y dejarla prácticamente fuera de la misa puede ocultar en gran parte su sentido.

Cuando se habla de la “preparación de los dones” en la eucaristía, la Instrucción General del Misal Romano afirma que “también pueden recibirse dinero u otros dones para los pobres o para la Iglesia, traídos por los fieles o recolectados en la iglesia, los cuales se colocarán en el sitio apropiado, fuera de la mesa eucarística” (n. 73).

La colecta, por tanto, es un gesto que materializa la solidaridad de los cristianos con los pobres y necesitados y pone de manifiesto la estrecha relación que une a los cristianos entre sí. Una solidaridad de la que ya hablaba san Pablo en la segunda carta a los Corintios, capítulos 8 y 9, cuando hacía referencia a la colecta llevada a cabo entre las Iglesias de Macedonia para la Iglesia madre de Jerusalén, que en aquellos momentos se veía en necesidad: “Vuestra abundancia –les dice a los corintios– remedia su carencia, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad” (2 Cor 8,14).