“Pensar bien”


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Se “piensa bien” (o mal) de algo o de alguien. Se puede además pensar bien o mal como actitud ante la vida. A quien bien piensa cabría calificarle de “bien-pensante” o “bien pensado” y a quien piensa mal de “mal-pensante” o “mal pensado”. La Real Academia Española no recoge en su diccionario el término “bien-pensado” aunque sí “biempensante” y lo hace para definir a aquella persona que “piensa de acuerdo con las ideas tradicionales de signo conservador”. También recoge malpensado para definir a aquella persona que se inclina a pensar mal de lo que hacen los demás o de sus intenciones.



Si pasamos del “pensar” al “decir” la cosa está algo más equilibrada. Ciertamente existe la palabra “bendito” como sinónimo de santo, bienaventurado, feliz o dichoso, pero también de “persona sencilla y de pocos alcances”. También existe “bendecidor”: precioso adjetivo que en su acepción segunda, significa “que dice bien, o habla bien y con razón”. Como antónimos encontramos: “maldito” y maldecidor” que al contrario que “bendecidor” están plenamente vigentes.

Dado que es función del Diccionario de la Real Academia Española recoger el léxico general utilizado por la población, resulta significativo que el vocablo relativo a quien piensa bien se encuentre recogido en tan limitada acepción mientras que se encuentran ampliamente recogidos los que se refieren a pensar mal. ¿Será que los hablantes del español utilizamos más palabras relativas a la desconfianza que palabras relativas a la confianza? ¿Tiene ello algo que decir de nuestra manera de relacionarnos con los otros? ¿De nuestra idiosincrasia? Una mirada al refranero español nos devuelve una miríada de aforismos que animan al recelo y la desconfianza –siendo uno de los más conocidos “piensa mal y acertarás”–. Con lo que cabría una respuesta positiva a las preguntas formuladas

¿En qué consiste pensar bien?

¿Es posible hacerlo en una sociedad en la que se encuentra tan presente la desconfianza? Enrique Miret Magdalena, en una bella columna publicada en 2009 en El País titulada ‘Porque Dios es poesía en la cual se cree’ cita una frase del Pastor de Hermás: “Todo el que está alegre obra bien y piensa bien”. Frase que también tendría pleno sentido si le diéramos la vuelta: “Todo el que obra bien y piensa bien, está alegre”.

Miret Magdalena no se refiere a ese tipo de alegría, superficial e insustancial, sino una alegría de fondo que es consecuencia del bien pensar, del bien decir y que necesariamente lleva al buen hacer.

manos

En mi opinión, pensar bien es algo que está lejos de ‘buenismos’ ñoños o de voluntarismos espontáneos. Es más bien algo que hay que trabajar constantemente desde el cultivo de una actitud contemplativa por parte de quien se sabe en proceso y desea ser expresión de quien le habita. Una actitud que busca una sensibilidad sostenida y consciente para poder responder a los desafíos que la realidad le presenta. Una realidad que pasa así para la persona contemplativa de ser insensible a ser “sentiente” en términos de Zubiri y que exige respuesta desde los tres verbos de los que hablaba Ignacio Ellacuría: hacerse cargo, cargar y encargarse.

Adviento es llamada a ser contemplativas y contemplativos para “recoger el guante” de las potentes profecías y signos que preceden a la llegada del Emmanuel desde el corazón limpio y la admiración que va con el pensar bien.