Si la semana pasada hablábamos de la necesidad a corto plazo de cambiar la concepción de los lugares rurales y las ciudades pequeñas como lugares de fracasados, para que fuesen vistos como aquellos sitios a donde van a vivir quienes triunfan, ahora voy a presentar un cambio necesario para que esta manera de pensar se transforme en una apuesta a largo plazo.
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Sobre lo que voy a tratar en este pequeño artículo va más allá de la manera de vivir y de entender la existencia que tenemos ahora mayoritariamente en nuestra sociedad. Mientras la opción de presentar estas zonas como un lugar bueno para quienes quieren tener éxito en la vida y pretenden lograr sus objetivos vitales sigue el pensamiento predominante, el cambio propuesto aquí quiere ser más profundo y, como todo cambio de mentalidad, es necesariamente más lento, pero más consistente si se consigue.
La idea de la que voy a hablar la reflejo en mi último libro ‘Enmimismados. Manual para descentrarse’ del que hablaré a la vuelta de vacaciones en este blog. Pero ya adelanto que para lograr una vuelta a lo rural y a las ciudades pequeñas necesitamos una sociedad que abandone la autorreferencialidad en las que estamos instalados. Solo dándonos cuenta de que la vida plena no se alcanza logrando nuestros propios objetivos, teniendo una carrera profesional exitosa o incrementando nuestra renta y nuestra riqueza, podemos ver como atractivo vivir en un lugar tranquilo, en el que puede haber poca gente pero no hay soledad, porque las relaciones son mayores y más profundas.
Darse cuenta de que lo que da sentido a nuestra existencia es la relación con los demás, que si vivimos desde, con, por y para los demás, nuestra vida va a ser más plena y lograremos que tenga un sentido gratificante y plenificante para nosotros, es imprescindible para ver la vida en un lugar pequeño como algo atractivo, como algo que puede colmar todos nuestros deseos de una vida plena.
Existencia acompañada
Porque en estos lugares se vive una existencia acompañada. En la que es necesario ayudarse y esto potencia la vida en común, la comunicación, la ayuda mutua. Evidentemente no es todo rosa, como cualquier cosa en la vida, no hay que mostrar una fachada romántica o irreal. No es necesario. Solamente ver que la idea de vivir en un lugar en el que soy alguien porque mi vida es importante para los otros, en el que no soy anónimo porque la relación con el otro es parte de mi existencia, puede llevarme fácilmente a una vida plena.
Las personas que encuentran cómo la vida se plenifica en la relación con el otro y, a partir de este encuentro, se puede vivir mejor, puede hacer atractivo ese lugar pequeño en el que se facilita la convivencia con quienes viven cerca de mí.
