José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

Obligados y desplazados


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El otoño es la época (junto a la primavera) en que millones de aves se desplazan a sitios más idóneos para cumplir sus ciclos vitales con la mayor garantía de éxito. 500.000 aves eligen España cada otoño como parte de su ruta migratoria. Viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire. Como los dineros y los mercados. No son libres, en cambio, los caminos de mis hermanos migrantes en sus permanentes éxodos humanos.



Por eso muchos deberíamos, como el papa Francisco, desplazarnos a las periferias: “Desplacémonos sin miedo a toda periferia, a todo borde, unidos en la Iglesia, Asamblea unida y sostenida por el Dios de la Vida”. Esta frase es de 2017 pero la repite de mil maneras y con todos los acentos y colores del arco iris. De eso quiero hablar. De desplazados y obligados.

Estos días, ante la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (‘Como Jesucristo obligados a huir’), he compartido con personas sobre el mensaje del Papa para esta Jornada, que refleja lo que es él mismo. Se trata de un Papa inmigrante de segunda generación (hijo de italianos nacido ya en Argentina), que retornó al país de origen (Italia) pero no por propia voluntad, aunque no le podamos considerar en sentido estricto “obligado y forzoso”. Pero no olvidemos que al conclave que le eligió acudió prácticamente con lo puesto: los zapatos con los que pisó el barro en las villas miseria de Buenos Aires (y que tanto escandalizan a los pulcros del protocolo), con su cartera casi ya ajada por el tiempo, cual maleta migratoria usada mil veces. Y así llevó su vida porteña a Roma. Y no al revés. Santa Marta lo atestigua. Así es la vida. La huella migrante la tiene, pues, en su ADN y, desde luego, le sale por los poros con un lenguaje y unos signos rotundos y significativos.

Recuerdo un signo repetido que ahora multiplica escogiendo los países y lugares más significativamente vulnerables es sus desplazamientos. Así era su itinerario frecuente a las periferias villeras de Buenos Aires. Celebrando al Dios de la Vida entre tanta muerte y desprecio como allí encontraba. La primera misa que ofreció Bergoglio para los migrantes y las víctimas de la trata y los que luchan contra la mafia se realizó en la Iglesia de los Migrantes, en el barrio de La Boca. Fue en 2008 desde su cargo de cardenal y arzobispo de Buenos Aires, respaldando el trabajo de todos los que luchan contra la trata con fines de explotación laboral, sexual y la esclavitud en todas sus formas. Y donde advirtió sobre las formas modernas de esclavitud y explotación, al presidir esa emotiva Misa para inmigrantes indocumentados, para los “sin papeles” como decimos por aquí.

Personas explotadas

Poco antes de llegar a Roma hablaba así: “Acá en Buenos Aires, en la gran ciudad, en esta ciudad cada día más avanzada, también hay hermanos nuestros migrantes que los tienen trabajando 20 horas por día, 18 horas por día, les pagan una miseria y un sándwich de mortadela; que aquí también no les importa a estos tratantes modernos que se mueran los chicos: pensemos los que se murieron en Caballito quemados en ese taller clandestino porque estaban enrejados”. Esta misa la celebró en la puerta de un taller textil clandestino donde murieron seis personas migrantes. La Misa en la plaza. Iglesia en salida.

Como si fuera un párroco global, el Papa ha dedicado, en coherencia con su vida (gestos y palabras), el mensaje de la Jornada al drama de los desplazados internos, un drama a menudo invisible, que la crisis mundial causada por la pandemia del Covid-19 ha agravado. “De hecho –dice–, esta crisis, debido a su intensidad, gravedad y extensión geográfica, ha empañado muchas otras emergencias humanitarias que afligen a millones de personas, relegando iniciativas y ayudas internacionales, esenciales y urgentes para salvar vidas, a un segundo plano en las agendas políticas nacionales. Pero este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas”. Entre ellas, como señalan los obispos españoles, los desplazados internos: “¿Pero no son desplazados internos las víctimas de trata que en nuestro país se desplazan huyendo de las mafias? ¿No son desplazados internos quien por las consecuencias económicas de la pandemia han tenido que cambiar de provincia, ciudad, barrio o casa? Y quienes han quedado al margen del sistema, engrosando el colectivo de pobreza severa, ¿no son desplazados internos?”.

Donde todos ven un migrante nosotros vemos un hermano. Hemos repetido eclesialmente muchas veces. Francisco lo dice de esta manera: “Los desplazados internos nos ofrecen esta oportunidad de encuentro con el Señor, incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, con el rostro deformado, con el cuerpo llagado, incapaz de hablar nuestra lengua”.

papa escultura migrantes

Hay viajes que no se eligen, que se inician huyendo. Solo para sobrevivir. Este es el viaje que millones de personas refugiadas hacen. Y configuran ciudades de los mil rostros, donde, a pesar de que sus lugares de origen son distintos, comparten los motivos por los que decidieron huir: la guerra, la violencia, el desastre ecológico, la persecución o la pobreza.

Os invito a leer su mensaje. Y así sentirse iluminados en nuestra reflexión y acción ante salvadores populistas individuales o colectivos para evitar prejuicios. Y es que el Papa también lo dijo ya en 2017. Con palabras hoy muy actuales –ante nuestra grave crisis y pos-crisis sanitaria, económica y social–: “En momentos de crisis, no funciona el discernimiento” y los pueblos buscan “salvadores” que les devuelvan la identidad “con muros y alambres”.

Europa entre ellos. Qué bien haría en leer su mensaje, ahora que buscan aplicar (aunque “del dicho al hecho hay un buen trecho”) un pacto migratorio que ignora las pretensiones de España y cuya hoja de ruta no resuelve la demanda de un mecanismo de solidaridad obligatoria Y las de Grecia, Italia… El Sur. La solución es: “Aguantadlos vosotros en vuestros países que ya os daremos dinerito para vallas, policía de fronteras… así nos quitamos a la ultraderecha de encima”. Todo muy solidario. Con el marchamo de Holanda, Austria…

Seguirán los desplazamientos forzosos, obligados (a pesar de que el pacto parece que sigue apostando por impedir las devoluciones en caliente). Quiero creer que no sea para proteger las industrias nacionales y las principales empresas que fabrican vallas anti-inmigrantes, muchas de ellas españolas… y que exportan muchísimo. Y que no son la mejor manera para ayudar a los migrantes forzosos, obligados. Dentro y fuera de nuestras fronteras.

Efectivamente. No han leído el mensaje del Papa que así termina: “Padre, Tú encomendaste a san José lo más valioso que tenías: el Niño Jesús y su madre, para protegerlos de los peligros y de las amenazas de los malvados. Concédenos, también a nosotros, experimentar su protección y su ayuda. Él, que padeció el sufrimiento de quien huye a causa del odio de los poderosos, haz que pueda consolar y proteger a todos los hermanos y hermanas que, empujados por las guerras, la pobreza y las necesidades, abandonan su hogar y su tierra, para ponerse en camino, como refugiados, hacia lugares más seguros”.