Hace unos días, me enviaron un video de una política que, desde Níjar (Almería), con una gran mezquita a sus espaldas, voz meliflua, gestos muy educados y música suave de fondo –bien estudiado todo para empatizar con sus espectadores-, repetía una y otra vez los riesgos de la islamización de nuestro país. De vez en cuando añadía, casi compungida, un “y no es odio”.
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Amor a lo nuestro
En el mismo video, defendía que todo era una cuestión de “amor a lo nuestro” y “respeto por nuestra cultura”. Es obvio que este discurso y sus argumentos corren con fuerza por nuestra sociedad. Entre otras cosas, porque pocas personas se sentirían tranquilas con su propia conciencia, si admitieran que sus declaraciones o sus convicciones son fruto del rechazo o del odio.
La jugada es maestra. No es por odio. Es por amor. Ante eso… solo cabe “genuflexión y silencio adorador”.
Pero a mí, que más de una vez me he encontrado con autores que afirman que lo contrario al amor no es el odio, sino el miedo, me parece claro que la intencionalidad de este mensaje y tantos otros es infundir temor a la población. Todo lo contrario al amor.
Para más ‘inri’, el argumento para inducir al pánico es que estamos perdiendo nuestra cultura, tradición y forma de vivir que -por otras manifestaciones de la persona en cuestión- está referida a la vida y costumbres cristianas.
Una vez más, no quiero pecar de ingenuo. El desafío de la interculturalidad, el diálogo interreligioso, etc. no es fácil. Hay que currárselo si queremos un mañana para nuestros hijos y nietos, no igual, sino mucho mejor del presente que vivimos.
Quién nos invade
Ahora bien, si nos mueve la buena voluntad y la búsqueda de la verdad, me parece fácil admitir que la preocupación mayor no puede ser si aumenta mucho el número de musulmanes en nuestro país. Por cierto, actualmente en España, solo el 5% es musulmán…, y creo poder afirmar que la inmensa mayoría no son fundamentalistas ni integristas; por no recordar que, el mayor número de extranjeras/os en España sigue siendo de latitudes que poco tienen de “musulmanas”, como son América Central o del Sur.
Es cierto que hay que perseguir y desenmascarar a todos los seguidores de una religión -cualquiera que sea-, cuya práctica sea incompatible con la exigencia de los derechos humanos, o de la construcción de una sociedad pacífica.
Pero, si algo debe preocuparnos realmente a los que tenemos como esenciales las enseñanzas y propuestas de Jesús es la invasión desde hace ya tiempo (…) de prácticas y costumbres que se alejan con mucho de su mensaje. Y cada vez más. Eso sí que debería darnos miedo. Las “ordas” del consumismo, del economicismo, del “ombliguismo”, del individualismo, del “insolidarismo”, del indiferentismo, del “inhumanismo”, etc. nos están “robando” la cultura del Evangelio y la tradición de las bienaventuranzas. …Y no es odio.