Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Nos han invadido a todos


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Ya no se sostiene más, son insoportables los impedimentos que los nacionalismos ponen a la comunión entre todos los seres humanos. Lo que sufren los ucranianos somos nosotros mismos sufriéndolo. No han invadido Ucrania, sino que nos han invadido a todos. Debemos refundamentar lo que significa fraternidad.



En 2019, Trump proclamó en la ONU que el futuro no pertenece a los globalistas, sino a los patriotas, y señaló, de ese modo, el fortalecimiento de los proyectos despóticos que, como Putin, estaban usando el nacionalismo para legitimar sus intereses. Al inicio de la pandemia, y con la publicación de Fratelli tutti, pudimos constatar la emergencia de un movimiento reaccionario anticosmopolitista. Por otro lado, Fratelli tutti constata que se ha detenido la línea del progreso mundial de la democracia y que el autoritarismo no solamente no se reduce, sino que se consolida.

Especialmente, el poscomunismo ha solidificado un modelo de ultracapitalismo dirigido desde la plutocracia estatal y su clientela de oligarcas. Han aprovechado el ultraliberalismo globalizador y movilizan lo peor del nacionalismo. Juntos, nacionalismo y ultracapitalismo, forman un conglomerado ideológico con los negacionismos, supremacismos, el fundamentalismo religioso o el avance de la ultraderecha.

Mirar con los dos ojos

Las naciones son comunidades patrimoniales y culturales, pero su evolución moderna las configuró casi como humanidades paralelas, con su deriva racista y supremacista. La guerra de Ucrania nos demuestra que la civilización de la globalización es un proyecto fallido, porque falla en sus fundamentos sobre lo que es el ser humano, la Tierra y la fraternidad. Esta última modernidad es un intento de civilización escrito con un solo ojo y necesitamos la profundidad que da mirar con los dos.

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