Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

No hay derecho al aborto


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Probablemente, el Tribunal Supremo de Estados Unidos eliminará el derecho al aborto. Dentro de un siglo, la humanidad se avergonzará tanto de haber practicado el aborto como ahora renegamos de la esclavitud. Las despenalizaciones de casos extremos se filtraron como un conflicto entre dos vidas que ponía la conciencia al límite, pero el estado actual de la cuestión ha establecido el aborto como un derecho femenino –no de ambos progenitores, cuando los hay–.



Reduce a la persona no nacida a ser nadie, borra cualquier tipo de duda acerca de su vida. Va en la dirección contraria a la sociedad de los cuidados y contradice el principio de precaución que luchamos por aplicar en tantos dilemas medioambientales. Está cegando la sensibilidad de las personas en un momento histórico en el que es crucial la percepción del valor de la vida, incluso las minúsculas y casi invisibles.

El derecho abortivo atenta contra la nueva masculinidad del cuidado que está transformando la paternidad. El aborto ha sido cometido durante el siglo XX sobre todo contra las mujeres no nacidas, además de eliminar también a las personas con diversidad funcional o intelectual. Si se sabe que eres Down, hay permiso para eliminarte. Ha matado, sobre todo, a no nacidos pobres, porque se ha introducido entre las proletarias la culpabilidad por ser madre.

Una civilización más humana

El aborto atenta contra la diversidad y ahonda la exclusión social. El aborto sube en todo el planeta porque el hipercapitalismo culpabiliza y excluye sobre todo a las madres trabajadoras. El aborto es atroz por la dureza con que se ha ido insensibilizando gran parte de la población y se ha impuesto el individualismo más posesivo. El aborto no solo impide que nazcan cientos de miles de personas sin nombre, sino que renazca una nueva civilización más humana.

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