Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Nicaragua y lo que no se puede confiscar


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Como si estuviésemos en una competencia del horror, cada paso de los autoritarismos contemporáneos en Latinoamérica es peor.



La última expropiación y despojo de la Universidad Centroamericana en Nicaragua es una vergüenza descomunal tolerada por el silencio de tantos en pleno siglo XXI. Sumado al robo de la casa de los jesuitas y su expulsión implícita del país.

Ya bien lo describía el papa Francisco, una dictadura grosera y ahora podríamos agregar maleducada que solo sabe atropellar y creer que expulsando, cerrando y confiscando va erradicar el libre pensamiento.

Lo que no podrán nunca quitar

Si algo no podrá ser  nunca arrebatado del pueblo de Nicaragua, ni de ningún pueblo sometido por tiranías de derecha o de izquierda, es el deseo de libertad, la conciencia de la crítica y el impulso de buscarla.

Y la principal razón es que la libertad humana es inherente a la dignidad de la persona, forma parte de la naturaleza otorgada por Dios, y nadie podrá revocar de ésta lo sembrado en su corazón.

Si, los nicaragüenses serán libres, o mejor dicho, ya lo son, siempre y cuando en su interior, en su alma de pueblo, siga el deseo de conquistar la libertad, impulso que no podrá ser confiscado, pues al corazón no se le entra por la violencia ni por medio de la fuerza.

La situación en Nicaragua es un problema de todos

A todos los demás nos toca rezar por esa causa, la libertad del continente; sembrar una conciencia civil y democrática, pues estamos pagando muy caro el precio de romantizar el mesianismo de los pigmeos caudillistas.

Cuba y Venezuela han debido ser la prueba de que ese no es el camino, pero en el horizonte siguen apareciendo personajes que parece que lo único que saben o quieren hacer, es ser dictadores.

La otra tarea es la de acompañar a nuestros hermanos nica en su gesta de todos los días, no acostumbrarnos a otra dictadura más. El sufrimiento de un pueblo no es banal, ni mucho menos compararlo para re victimizar o enfrentar a pueblo contra pueblo.

Mientras haya un país sometido en América Latina, todos estamos siendo sometidos, porque mientras un miembro del cuerpo sufre, todos sufren con él (Cfr. 1 Cor 12, 26), por lo que ya no hay cabida para silencios diplomáticos ni complicidades neutrales que solo agradan los que se sostienen a la fuerza en el poder.

¡Libertad, libertad, libertad, América Latina merece democracia y libertad!


Por Rixio Gerardo Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.