MARTES
Cuando alguien te pone unas croquetas en el plato nada más sentarte a la mesa, es sinónimo de estar en casa. En familia. Aunque la calle se llame via Crescenzio sabe a aquel Sabadell en el que se movió la madre Paula Montal. Es solo el aperitivo ‘made in escolapias’. A la misma hora, los cardenales hacen el ‘check in’ en Santa Marta.
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JUEVES
Camino por el exterior de la columnata de Bernini con Pilar. Como si tal cosa. Nadie lo esperaba. Al menos en ese preciso instante. No llegamos a ver la fumata blanca. Pero sí a sentirla. No sé a qué velocidad subo las escaleras del Agustinianum y me veo en la azotea al lado de Antonio Pelayo. La noche anterior me lo dijo con una rotundidad y seriedad, clavando su mirada en la mía un segundo antes de cerrar la puerta del taxi: “Cuando sea, tú tienes que estar conmigo”. Al maestro nunca se le desobedece. Podría sonar a orden, pero, en realidad, es un regalo impagable. Escucharle narrar como solo él sabe. Con una pícara sabiduría que solo la da el oficio. Sin que se le escape un solo nombre de cuantos aparecen en escena, incluidos los gendarmes.
Con la capacidad de vincular Pacelli con Bergoglio para hablar de la reforma y, al minuto siguiente, ironizar con el menú purpura. Una profesionalidad que no es capaz de recoger el plano fijo de la cámara, porque a sus pies aguardan una veintena de carpetas con el expediente de cada uno de los papables, con biografías elaboradas, recortes de prensa… Hasta que llega el ‘Habemus papam’, con sobresalto. Porque la rápida fumata auguraba un Parolin y resultó ser un Prevost. De nuevo, el vaticanista es capaz de reconducir el relato sin necesidad de papel alguno para glosar a aquel que ya es el nuevo Sucesor de Pedro. Ni ChatGPT ni algoritmo. Solo Antonio Pelayo.
MARTES
“Ha terminado la época de la arbitrariedad”. Con su mentor de cuerpo presente ya ejecutó la penúltima vendetta contra Francisco, barnizándola de autobiografía. A pesar de que atesoraba desprecios y jugarretas a tutiplén. En su momento lo conté y el susodicho envió una carta a esta casa apelando al derecho de rectificación. En su edición digital, ‘Vida Nueva’ publicó esa nota, detallando que no implicaba que la información original fuera errónea y tampoco que la nota de rectificación fuera verdad. Yo solo buscaba proteger a la fuente, y la fuente me regañó por mi exceso de prudencia. A la par, consecuente con su Dios misericordia, el Papa de la ternura le redimió en Lituania. De poco, de nada, le sirvió. De nuevo, de cuerpo presente.