Si algo queda claro en la narración del nacimiento de Jesús, que conmemoramos estos días en la Navidad, es que el encuentro con Dios tiene lugar en condiciones de extrema debilidad. Se adora al niño que ha nacido en un contexto de precariedad extrema, en un lugar reservado para los animales. ¿Puede haber algo más mísero y vulnerable? Ese es el lugar en que Dios se manifiesta y revela. Así se ha querido transmitir en el relato de Lucas.
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Contemplo este misterio cuando ingreso paciente tras paciente, anciano tras anciano, con gripe, neumonía, insuficiencia cardiaca o renal.
Como ofrenda
Pienso que adorar al niño que se ha revelado en la debilidad supone depositar como ofrenda enfermedades agudas y crónicas, limitaciones psicológicas y físicas; y pedir que las amarguras que subyacen a todas estas disfunciones y problemas nos conduzcan al encuentro interior con Dios. Ojalá podamos así comprender y vivir la dura afirmación de san Pablo: “Cuando soy débil, es cuando soy fuerte”.
Felices días de Navidad desde esta sala de hospital, rodeado de sufrimiento, pero también de esperanza. Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos, por este país y este mundo.

