El nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, está enseñando “músculo”, en lo que parece una manifestación clara de la más feroz estrategia política, consistente en hacer ver al resto de jugadores del tablero la fortaleza propia y, como poco, inducir temor para salir con ventaja en las diferentes negociaciones y cuestiones en las que va a participar.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Todos sabemos que este proceder es algo habitual. Se da en muchos ámbitos de la vida. La famosa “haka” maorí, el baile con el que comienzan los jugadores de rugbi de Nueva Zelanda, es un famoso ejemplo de intimidación al oponente. Lo peor es que, en el caso a que me refiero, el presidente de los Estados Unidos parece creérselo y, además, su peso en el tablero mundial se lo permite.
Por lo pronto, ya ha conseguido que todos entren en ese juego de medir músculos y poderes, de barajar aumentos en los gastos de defensa y de que, cada pronunciamiento de líderes internacionales, también se produzcan en términos de fuerza, poder, amenazas, resistencia… Es la ley de la jungla, a la que aludía en mi post anterior.
La debilidad…. no consigue nada
Hace unos días, Josep Borrell, quien fuera Representante de Exteriores de la UE, usaba términos como “resistir” y “no mostrar debilidad desde Europa” en estos momentos históricos. Es cierto, que también hablaba de la importancia de la unidad y la cooperación frente al enfrentamiento, pero parece claro que por todos lados se cuelan la fuerza y el poder como ejes imprescindibles en la construcción social actual.
Frente a ello y a esta escalada de “músculos” y agresiones, ¿hay alternativa? ¿Sólo queda el ‘si vis pacem para bellum’?
En estos pensamientos, me venía aquel versículo de “cuando soy débil, soy fuerte” (2Cor 12, 10), y me preguntaba si, elegir una vía tan diferente como es la del ejercicio de la “debilidad” y de valores cercanos como la humanidad, la empatía, la solidaridad y la compasión, podrían tener la clave. ¿Se podría abrir por ahí una puerta, aunque pequeña, para darle la vuelta a esta oscuridad que nos va envolviendo? ¿O sólo son palabras bonitas pronunciadas para la vivencia privada, y nunca para la esfera pública y colectiva?
Debilidades que transforman
Intuyo los pensamientos de gran parte de quienes lean estas líneas, apelando a mi ingenuidad y, precisamente, a la “debilidad” de la propuesta. Soy consciente de ello y a mí también me surgen dudas.
Sin embargo también está la historia llena de cómo la compasión, la búsqueda de la concordia, la cercanía a los indefensos, la solidaridad hacia las debilidades ajenas, han conseguido movilizar grandes transformaciones, incluídas las políticas. La lista, gracias a Dios, es larga, e incluye nombres como Francisco de Asís y Teresa de Calcuta en el ámbito sociorreligioso, o Luther King y Jacinda Arden –expresidenta de Nueva Zelanda, precisamente– en el sociopolítico.
En cualquier caso, si no nos abrimos a esa mirada y conseguimos que los que tienen “poder” lo hagan… se acercarán tiempos duros –”más todavía”, dirán algunos/as–. Sobre todo, para los países y sectores más frágiles y vulnerabilizados. Ojalá, la sensibilidad ante su debilidad nos haga fuertes para que no sean, de nuevo, las víctimas de los “músculos” ajenos.