Como California, el mundo está en llamas. Por un lado, los autoritarismos queman democracias y, por otro, las comunidades ideológicas convencionales no apagan el incendio de sus casas. El problema no es de chapa y pintura, afecta al motor de la civilización: los Derechos Humanos.
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La crisis no es solo poder para destruir la arquitectura democrática, multilateral y fraterna del mundo, sino una radical crisis de racionalidad. Populismo, posverdad, relativismo, mentalidad de guerra, deslegitimación del periodismo, desintelectualización de las universidades, integrismo, corrosión del parlamentarismo… son fenómenos de irracionalismo y uso de la sinrazón de poder.
El mundo en llamas necesita:
- curar soledades y polarizaciones,
- profundizar las interioridades y
- reeducar el discernimiento público.
“Curar soledades” recreando la experiencia de pueblo, vecindario, plaza pública, familia, la gran revinculación. Organizar celebraciones para sentir a la gente. Curar la polarización económica, política y religiosa con reencuentros de reconciliación.
“Profundizar las interioridades” multiplicando, para creyentes y no creyentes –en colegios, universidades, parroquias…–, las experiencias sanas, plurales y no fundamentalistas de contemplación, meditación, oración, celebración, vigilias, foros de escucha activa de quienes más sufren.
“Reeducar el discernimiento público” con una red de foros plurales y demócratas de reflexión serena, ofreciendo procesos para reactualizar o convertir la propia vida, creando fábricas de ideas con especial papel para los jóvenes y en conexión con quienes piensan desde los terrenos más frágiles de la vida humana.
Medios para apagar
La Iglesia católica tiene muchos medios para apagar este incendio y una compleja propuesta de razón y fe. Desde cada una de las entidades, debemos hacer esta triple pregunta: ¿cómo re-unir? ¿Cómo rezar todos juntos? ¿Cómo re-pensar de nuevo?
Reunir, rezar, repensar. El mundo está en llamas: ¿qué podemos, debemos, queremos hacer?