Miguel Esteban Hesayne, una voz desde la periferia


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Ahora que monseñor Miguel Esteban Hesayne ha partido hacia la casa del Padre, se escuchan voces cargadas de elogios hacia su figura y su pensamiento, pero no fue así a lo largo de su larga vida.

Como el Buen Pastor, siempre atento a las ovejas perdidas, Hesayne fue un auténtico representante de aquella Iglesia entusiasmada con el Concilio Vaticano II, que procuró hacer realidad los discursos. 

Discípulo del gran maestro Yves Congar, supo alimentar su espíritu con lo más destacado de la teología de los tiempos conciliares, adhirió como sacerdote al manifiesto de los obispos del Tercer Mundo en 1967.

Fue elegido obispo de Azul, en la provincia de Buenos Aires, en el año 1975. Desde allí, enfrentó con valentía la dictadura militar, y fue una referencia iluminadora para muchos, en esos tiempos de oscuridad política y eclesial. Fue el primero en hablar de la muerte de monseñor Enrique Angelelli, calificándola de asesinato y martirio.

 

Coherencia y fidelidad al Evangelio

Su compromiso con una Iglesia pobre y para los pobres lo fue relegando hacia la periferia de la institución y lo fue transformando, quizás a su pesar, más en un profeta que en un pastor. Pero él supo asumir, con humildad, ese sitio y desde ahí mantener su coherencia y valentía.

Los elogios de hoy, algo tardíos, quizás sirvan para que su palabra y su testimonio sean más conocidos por las nuevas generaciones, que no solo deberán aprender a repetir sus palabras cargadas de enseñanzas sino también sus silencios llenos de prudencia, sabiduría, y amor a la Iglesia.